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17/5/11

De Guttenberg al e-Book




Este domingo en Bellas Artes. Los espero.

12/11/10

Amazon y la responsabilidad del editor.




Hace unos días parece que hubo un gran barullo en Amazon.com por la venta del libro "The Pedophile's Guide to Love and Pleasure: a Child-lover's Code of Conduct" Obviamente, por el título, podemos encontrarnos con un material de cuestionable contenido moral y ético. Amazon recibió a partir del descubrimiento del contenido una serie de recriminaciones por parte de los usuarios donde pedían que se retirara el libro y se acusaba a Amazon de promocionar o al menos facilitar la pedofilia.

El libro fue autopublicado, es decir, el autor lo subió a Amazon y éste permitió que el libro se vendiera. Dada la cantidad de libros que todos los días suben a la tienda digital de este gigante minorista es muy claro que resulta imposible revisarlos todos. Sin embargo, lo más interesante fue la primera respuesta de Amazon a todo este asunto: Nosotros apoyamos la libertad de elección de nuestros compradores. Es decir, Amazon apoya aquella frase que dice que el consumidor final siempre obtendrá su producto.

Esto es un problema de relaciones públicas e imagen para Amazon, nadie quiere verse involucrado con actividades ilegales y menos contra los niños. Pero más allá de esta obviedad, es muy interesante las preguntas que el asunto plantea ante el cambio de pardigma que representa el libro digital. ¿Es el librero el nuevo encargado de censurar los contenidos de los libros?

Claramente la noticia sobre la venta del libro de Amazon se propagó por la red como si fuera pólvora. En cuestión de horas el libro pasó de ser un objeto intrascendente que asqueaba a los consumidores a un objeto de curiosidad para los morbosos en la red. El tipo que escribió el libro ahora es un éxito de busquedas en Google. La gente sabe quién es, la gente sabe que existió ese libro y más importante aún, mucha gente lo compró sólo para saber que decía (incluida gente que sentía ofendida por el contenido) En pocas palabras, el libro pasó a la lista de los 100 más vendidos de Amazon.

A final de cuentas Amazon cedió, bajó el libro de su sitio y lo quitó de la lista de los más vendidos. Por supuesto, este gigante minorista conoce la regla de oro de internet: tu reputación lo es todo. Pero, ¿qué significa esto para el concepto de censura? ¿qué consecuencias acarrea a los editores la noción de que Amazon podría quitar tu libro para no comprometer su imagen? Y más importante aún: ¿Si Amazon, que es un gigante, cede a las presiones de las hordas de internet, qué puede hacer una librería cualquiera?

Durante mucho tiempo el libro ha estado a salvo de la censura, no era importante, no era trascendente y mejor aún, era ajeno a la gran mayoría de la gente que navega en la red. El paradigma en este sentido ha cambiado también, la censura no vendrá de los grandes gobiernos, la censura vendrá del pueblo, de los seguidores en twitter, de los usuarios de facebook, la censura será el resultado de violentar las costumbres de los usuarios de internet. Un lugar peligroso, si me permiten decir.

Durante mucho tiempo el libro ha sido hogar de ideas peligrosas, pero ahora el libro vuelve a circular y a darse a conocer entre los círculos mayoritarios, el libro vuelve a estar en la mira de la censura. No quiero que esto se tome como una defensa del libro que mencioné al principio, nada más lejano a la verdad. Pero este libro no es ni siquiera importante en la discusión, no tiene ningún peso dentro del futuro de las letras o del mundo, pero si plantea algunas preguntas interesantes con su aparición y su consecuente desaparición. Probablemente, como decía un amigo, el FBI esté feliz pues ahora tiene razón legal para poner en la lista de sospechosos a un montón de gente morbosa que se compró un libro a todas luces inmoral o falto de ética. Pero nosotros, los lectores, los editores, los libreros, ¿qué reflexión podemos sacar de todo este asunto?

19/9/10

La importancia de si llamarse Ernesto




Durante la última Feria del Libro en Colombia se discutió lo que parece ser el tema más importante en el mundo editorial o, al menos, el que debería ser el tema más importante en el mundo editorial: el establecimiento del libro digital y de los lectores de libros digitales.

Podríamos decir que el término correcto sería "la próxima llegada del libro digital y de los lectores de libros digitales", pero decir eso sería viajar al pasado y establecerme en una colina que ya fue conquistada, reconquistada, urbanizada, destruida y construida de nuevo. Los libros digitales y sus respectivos lectores llegaron hace un rato al mundo editorial y se han establecido como un modelo de negocios no sólo redituable, sino que también plantea algunas preguntas que no se han planteado desde la llegada de la imprenta. Y tal como sucedió con la llegada de la imprenta, los puristas del libro se rasgan las vestiduras y defienden un romanticismo que nace de la ignorancia. La ignorancia de jamás haber visto un libro electrónico o jamás haber tenido un lector de libros electrónicos entre sus manos.

Suponer que el mercado editorial hispanoamericano es el único mercado editorial no sólo es un eufemismo, es una droga dura que se ha consumido por demasiado tiempo en los países de habla hispana y como toda droga, en cualquier momento causará estragos y se convertirá en un problema de salud pública. En este caso la salud que está en riesgo es la de todo el mercado editorial hispanoamericano como una entidad general, ni siquiera como una conjunción de todas sus partes. Sin embargo asistimos todos los días al vituperio del libro electrónico en función de un mercado que no ocupa ni siquiera el 50% del total de libros que se vende en el mundo. La frase: "el libro electrónico está a años luz del mercado hispanoamericano" es lo más cercano que hemos visto a la autofelación.

Nuestros vecinos sajones son listos. Siempre lo han sido. Antes de pensar en el romanticismo de las partes de un todo piensan en la salud financiera de un negocio. Por eso, ante la llegada del libro electrónico y sus respectivos lectores, la discusión se centró en la arquitectura y funcionalidades que estos debían de tener, en lugar de perder el tiempo en discutir si el formato es más importante que el contenido. En cuanto se lanzaron los primeros lectores, los adultos mayores (importante segmento de lectores en Estados Unidos y probablemente uno muy fuerte en México) se lanzaron felices al cambio. Por fin un dispositivo que facilitaría una de las pocas actividades que tenían por delante tras el retiro. Las funciones de aumento de tipografía, lectura en voz alta o diccionario integrado eran en sí una gran noticia para los lectores. Por supuesto, aquí jamás hemos escuchado hablar de estas funciones y sus ventajas porque la gran mayoría de los que hablan del tema jamás han tenido un lector de libros electrónicos en sus manos y aún consideran los PDF's documentos de lectura digital.

Perdone usted lector, tiene toda la razón. Antes del encuentro en Colombia sobre los libros digitales jamás habíamos escuchado del tema en Latinoamérica y lo que es peor, lo que hemos escuchado son un montón de conjeturas, mentiras sin olvidar el sonido que hacen las vestiduras al rasgarse. Pero no podemos sorprendernos, la edición en hispanoamérica jamás ha sido punta de lanza, jamás ha sido progresista o innovadora, siempre hemos estado un paso detrás de la industria editorial sajona y hoy estamos en el mismo lugar. Mientras en Estados Unidos utilizaban Adobe Creative Suite para formar libros aquí seguíamos tratando de vincular las partes de un libro mientras formábamos con Quark, en el mejor de los casos y en otros aún se editaba con Pagemaker o Word.

El editor hispanoamericano jamás evolucionó en publisher, al contrario, permitimos que las áreas comerciales se fueran apropiando lentamente de los espacios que antes pertenecían a los editores y después nos quejamos amargamente. ¿Marketing? esa palabra jamás se usará en una reunión de editores hispanos. Pero no nos desviemos del tema, el editor no sabe lo que es un lector de libros electrónicos, no sabe lo que es un libro electrónico y si jamás comprendió como se construye una industria alrededor del libro físico podemos asegurarles que tampoco entenderá como se construye una industria alrededor del libro electrónico. La primera prueba es el silencio que acompaña un fenómeno que no pedirá permiso antes de instalarse en nuestros hogares. Lo hará y si es necesario acceder al contenido de otros mercados porque nuestras editoriales aún nos exigen que compremos en papel, también sucederá.

Si el mercado hispanoamericano no se adecúa a los tiempos que estamos viviendo, alguien lo hará. Ya sea un editor independiente o un editor latino en Estados Unidos, alguien dirá: Hey vendamos libros al sur, ya que los del sur no se quieren vender entre ellos. Y entonces sí, caput, finito, sanseacabo, lo que alguna vez fue una industria sana se habrá convertido en cenizas. Mientras los editores hispanos siguen preguntándose si el libro electrónico será una realidad, el libro electrónico les pasará por encima. Discutir con los editores sobre la importancia de considerar al libro digital una opción es perder el tiempo, deberían ser los editores los más interesados en enterarse de lo que ha sucedido durante este su letargo. Ya ni hablar de los medios de discusión alrededor del libro que una vez más comprueban que de libros saben muy poco. Les gusta más el mundillo, les gusta más la chorcha, la peda, el eventillo y la presentación, les gusta la idea de decir que son editores en las reuniones y ante las jóvenes e impresionables poetas latinoamericanas. Pero si fueran editores, amantes del libro, sabrían que esto que está sucediendo pasará por encima de sus mercados si no transforman sus negocios y a sus autores.

En Colombia se ha tocado por primera vez el tema. En Latinoamérica el eco ha sido silencioso y casi muerto. En México la negación y la ignorancia son las posiciones que se toman frente a este asunto. En España aún están discutiendo si Libranda servirá de algo. ¿No sienten que nos estamos quedando con el papiro frente a la llegada de la imprenta? ¿No resulta tan obvio si lees tantito, si preguntas tantito? Quizá ahí está el problema, los editores aquí no queremos ser mejores, no queremos saber más, queremos que todo siga como hasta ahora para poder seguir disfrutando de este bizarro status quo.

15/10/09

Edición 0.1

Las ediciones independientes en México

Creo que el principal problema de la edición independiente en México es que las ganas de editar son mucho más grandes que el conocimiento sobre el oficio. Quizá por esta razón en México tenemos diseñadores, lectores y correctores que rápidamente toman el papel de editores y se enfrentan a distintos compromisos y complicaciones que, la mayoría de las veces, culminan en fracasos y frustraciones que se reflejan, visualmente, en las ediciones independientes.

Estas ediciones independientes sufren de diversos problemas, en principio carecen de un sentido estético de los elementos de una página. Prolongamos los elementos editoriales que observamos en ediciones profesionales, casi siempre, con resultados poco atractivos. Por mencionar algunos elementos, puedo pensar en los párrafos sangrados, los márgenes interiores y exteriores y el uso de cabezas como elemento editorial reiterativo. Sin embargo, el editor debe comprender que estos elementos visuales pertenecen únicamente al apartado de diseño gráfico y, que si bien este apartado da la imagen final a un libro, no es el elemento indispensable al momento de editar.

El editor, ante todo, es un impositor de criterios. Los criterios editoriales son responsabilidad única del editor y, por lo tanto, cualquier confusión al respecto debe achacarse al responsable y no a los miembros del equipo. Los correctores, lectores, diseñadores, formadores e ilustradores de los criterios editoriales para poder trabajar. En la edición independiente en México los criterios desaparecen ante la falta de oficio antes mencionada.

Cuándo un editor comprende la obra en su totalidad, puede comenzar a plantearse las necesidades y los elementos que utilizará durante la edición. La selección de un equipo competente en su área, y que conozca las limitaciones de su trabajo, resulta indispensable para que los criterios editoriales y, por ende, el trabajo editorial se sostenga durante el desarrollo de la publicación. Normalmente observamos en las revistas y ediciones independientes mexicanas, errores ortotipográficos de los que se culpa al corrector o al lector inmediatamente. Cuándo un lector no sabe desde que perspectiva se aproxima un corrector, su trabajo suele ser deficiente. La única culpa en este caso es del editor, por no informar de manera adecuada al lector sobre la perspectiva que se está utilizando durante el desarrollo del proyecto.

Así que yo diría que tenemos revistas y libros en manos de diseñadores, correctores y lectores, donde la figura del editor desaparece y se convierte en un mero admirador del trabajo de su equipo. Es en este momento donde los proyectos naufragan, convirtiéndose en pequeños frankensteins que agreden al público con la falta de experiencia de los profesionales que casi siempre resulta en el fracaso de una publicación frente a su único crítico posible: el lector.

18/6/09

¿Por qué el escritor cruzó el camino?

Por alguna razón, todavía no la comprendo muy bien, estoy suscrito a una lista de correo de escritores en internet. Hoy me llegó esta joyita, un pedazo de siglo XX que se introduce a codazos en el siglo XXI; una prueba más de por qué los editores de hoy dicen que no hay autores y los autores dicen que no hay editores y cada día hay menos libros. No conozco a este tipo, espero nunca conocerlo si les soy sincero, pero este pequeño pedazo de atrocidad tendría que ser enmarcado y puesto en la pared del "jamás pienses así" de cualquiera que tenga intenciones de seguir leyendo libros en 30 años.


MANIFIESTO PARA UNA NUEVA LITERATURA INDEPENDIENTE

Pablo Paniagua

Estoy convencido de que la literatura vive en un estado de permanente emergencia. La industria editorial, casi en su conjunto, dejó de apoyar a los autores noveles que enfrentan su trabajo con honestidad, para promover un tipo de producto pseudoliterario que rebaja la percepción general de lo que antes se entendía como literatura. Ahora, por ejemplo, David Trías, editor de Plaza & Janés (del grupo Random House Mondadori), proclama con descaro la conveniencia de la novela como producto consumible, mientras que el “mundillo literario” aplaude la concesión del Premio Cervantes a un escritor, como Juan Marsé, que plaga sus novelas con adverbios terminados en “mente” y cuya obra supone el estancamiento de un género que sigue los cánones del siglo XIX. Y es que la banalidad y la simulación de la Civilización Supermoderna lo empapa todo, hasta el punto de equiparar el éxito de ventas con la calidad. Hoy las historias de contenidos superficiales, bajo una deficiente forma y sin fondo, son las que reinan en el panorama literario, mientras asistimos a la derrota de la Gran Literatura.

Da la sensación de que una parte de los involucrados en el proceso editorial (escritores, agentes literarios, editores, críticos y periodistas) , están planeando y ejecutando la muerte de la literatura, su asesinato, mientras los lectores, alienados por la simulación, aplauden como si estuvieran viendo tal acto sentados frente a un televisor. Es la “cultura del entretenimiento” la que se superpone a la “cultura del pensamiento”, donde enanos mentales, como Francis Fukuyama, tan festejado por los medios de comunicación de masas, son los grandes pensadores de la Época Supermoderna.

Pero dicha civilización parece que naufraga, en la propia crisis generada por la ausencia de valores espirituales, cuando el Becerro de Oro que todos idolatran se desquebraja como el mismo modelo económico en el que se sustenta. Y aquí la historia bíblica toma la forma de la parábola para repetirse en los tiempos de hoy, con un dios supletorio que nos conduce hacia la distopía. Ésta es nuestra civilización fracasada, la Humanidad ante el callejón sin salida, donde el ídolo monetario refulge con el fuego de la avaricia y la especulación, y donde la literatura, como un apéndice corrupto, rebaja su esencia para ir a la búsqueda exclusiva del logro económico, y así mostrar su rostro más siniestro.

Ante lo arriba expuesto, hago de mi palabra un grito para promover una nueva “literatura independiente” que ha de enfrentar, criticar y señalar, los males de la Época Supermoderna y su banalidad, para así alejarse de la inercia que supone la muerte de la literatura. Como escritores tenemos que recuperar, con esfuerzo y dedicación, los espacios que nos están robando, encontrar nuevas estrategias para la supervivencia y no desistir en mostrar muestro trabajo al mundo. Para ello, hay que crear editoriales independientes (las nuevas tecnologías de impresión propician dicha vía, cuando negocios como “Lulu.com” o “Bubok.com” son salidas demasiado fáciles y, por tanto, bajo el influjo de la mediocridad) , autogestionar nuestra obra, formar colectivos y grupos que dejen de mirar hacia el fondo del callejón sin salida, y así hacer que nuestra voz permanezca y sea escuchada; es indispensable suscitar la ruptura, crear el espíritu crítico que nos distinga frente a los narradores de lo banal, y recuperar la palabra: porque el paso del tiempo siempre hace justicia a los que no la traicionaron.

Ahora que el negocio editorial se está transformando, gracias a las nuevas tecnologías de impresión, más la venta y promoción de contenidos literarios a través de Internet, podemos ir de manera resuelta al encuentro de los lectores. Es necesario, en consecuencia, establecer los procesos de divulgación y promoción que nos permitan evadir el anonimato, y presentarnos como una alternativa literaria independiente. Cualquier iniciativa es mejor que quedarse con los brazos cruzados, pues podemos vender nuestro trabajo, además de por Internet, en las calles, plazas, librerías, centros culturales, cafés y bares de nuestra ciudad (así como lo hacía, por ejemplo, Georges Bataille con sus ediciones caseras en la noche parisina). Es posible, les aseguro, vivir de la literatura sin rendirse a la superficialidad, sin tener que abandonar nuestros principios de honestidad literaria ni claudicar ante los equiparan el libro, como producto, a una hamburguesa de McDonalds´s o una lata de Coca-Cola.

Siempre es duro nadar a contracorriente, ser marcado y mirado con recelo por los traidores de la palabra, pero incluso así merece la pena continuar. Es el simple acto de esta rebeldía el que nos diferencia, el motor de la ilusión que pretenden pisotear, cuando el camino embrozado al que nos arrojaron se convierte en el estímulo para avanzar hacia el futuro.

Hoy, sin duda alguna, es la hora de luchar por este gran sueño.

Pablo Paniagua a 21 de mayo del 2009




Supongo que Pablo piensa que la Gran Literatura es algo nuevo o que el concepto de unirse bajo el ala de los colectivos y las autogestiones es la gran panacea que salvará a la (sic) Gran Literatura (sic jeje). La basta ignorancia de los conceptos es lo que sume a los libros en discusiones estériles y poco audaces. Hoy en día, donde todo se conecta por todas partes, estas ideas gregarias de solitud y aislamiento son de risa y preocupación. A veces me pregunto si los editores, los dueños de los equipos de futbol, los políticos y los CEO (por nombrar algunos) destruyeron las aspiraciones de escritores, futbolistas, ciudadanos y trabajadores. O fueron éstos que en su cobardía se refugiaron en si mismos y jamás pensaron afuera del círculo. ¿Usted qué opina?

31/5/09

La maldita posteridad

Hoy compré Papeles inesperados de Julio Cortázar. Me pongo a pensar en la posteridad y los escritores que no pueden defenderse de sus fans, conyugues y editores que deciden, arbitrariamente, qué es publicable y que no. Supongo que Aurora siempre supo que este libro se editaría, me da por creer que tenía marcada la fecha de publicación en un calendario de carniceria francesa (algún francés podría corroborar la existencia de dichos calendarios?). También me imagino a Herralde decidiendo que 2666 sería un bulto, un enorme bulto que sólo los que pudieran pagar, podrían leer cómodamente sin sentir que el tabique les caería sobre un pie y rompería algo. No puedo creer que Bolaño decidiera editar un libro que terminaría siendo una carga para el lector que viaja en metro y que intenta desplegar los brazos para acomodar el libro en el reducido espacio entre los asientos de un microbús. La maldita posteridad se encarga de revelar o contraer mitos y leyendas alrededor de la literatura. Está ahí el estado original de los cuentos de Carver, que no harán otra cosa si no darle la razón a los que dicen que los cuentos de Carver no son de Carver y que por lo tanto, Carver es un trozo de mierda.

La única persona, moralmente adecuada, para decidir sobre la posteridad de un escritor es su madre. Ahí tenemos a John Kennedy Toole cuyas obras fueron publicadas gracias a la terquedad de su madre unos cuantos años después de la muerte del autor. Sólo una madre puede permitirse estas obsesiones y lujos, y no me vengan ahora con que la esposa es como la segunda madre porque no tiene ningún sentido.

¿Roberto Bolaño hubiera podido leer 2666 con un cigarrillo en la otra mano?

PD. Hablar de Roberto Bolaño es creer que uno es Roberto Bolaño.

29/12/08

El efecto Harry Potter

Por fin empiezan a aparecer cifras sobre el efecto Harry Potter. En sí, esta saga de libros fue un fenómeno, aunque siempre refutado por toda la gente culta que hace tanto bien a la literatura. Hoy en día podemos empezar a recopilar los datos del efecto Harry Potter, este artículo del Universal es un ejemplo que se nos presenta en datos fríos y duros. Antes de Harry Potter, el mercado infantil en hispanoamérica estaba olvidado, se decía que si con trabajos se vendían las grandes obras de la literatura, los libros tenían la batalla perdida contra los videojuegos, el cine y la televisión. Hoy el mercado busca afanosamente encontrar nuevas obras que permitan alargar el efecto Harry Potter y convertir el mercado infantil en el bastión del marketing editorial. Supongo que para muchos esto no dice nada, pero si no me equivoco llevamos varios años diciendo que la literatura está muerta frente al cine, el internet y la televisión. J.K. Rowling escrbió una historia porque tenía algo que contar, quizá sería un buen momento de que los escritores de todos los países de habla hispana sigamos el ejemplo de esta mujer que ahora nada en euros y nos pongamos a buscar algo que contar antes de escribir libros.

10/11/08

Marketing y Mercado

En el Universal suelo encontrar un pequeño recuadro que me informa sobre Caza de Letras. Para los que tengan la suerte de no saberlo, Caza de Letras es un reality literario web 2.0 (WTF!!!) muy fifí que se organizan unos cuántos escritores y editores en México.

Primero tengo que decir que Caza de Letras es un instrumento de Marketing. Ningún reality (virtual o televisivo) es una plataforma de talentos, no está diseñado para eso, no funciona para eso. Este show 2.0 que se han montado sirve para hacerle Marketing a la figura del escritor, a la idea del escritor, al morbo existente detrás de la figura del escritor. Lo que Caza de Letras olvida es que en la literatura primero se hace la obra y después se le avienta el prime y el Marketing hasta que se vea rechula la máquina.

Hasta Dan Brown tuvo primero que escribir El código Da Vinci para después ver la arrolladora maquinaria del Marketing construirle un lugar en la posteridad. En Caza de Letras se busca que el trabajo de mercadeo sobre el producto mismo se extienda mágicamente a los participantes. Se nota que vieron nomás a la primera generación de la Academia y se fueron con la finta. Señores, después de aquella generación dorada, TV Azteca aprendió que los beneficios de un reality son sobre el producto mismo y no sobre los participantes.

El problema con el concepto de Marketing Editorial, principalmente en México, es que tenemos un montón de autores sin obra buscando hacer lobby en cuánto evento literario se les presente. Padecemos de una mortal enfermedad: Escritortitis (No confundir con Escrizofenia por favor). El sujeto siempre se vislumbra como escritor antes de sentarse a escribir algo que al menos sea lo suficientemente sustancioso como para considerarse obra.

Quiero aclarar que mi crítica no es contra las intenciones de los que edificaron Caza de Letras. No, nada más alejado de la verdad, admiro el esfuerzo loable de amalgamar la posibilidad infinita del mundo 2.0 y la literatura. Simplemente creo que no es una buena idea forjarnos alguien alrededor de algo.

El caso más claro de este tipo de error es Xavier Velasco. Xavier ganó el premio Alfaguara por la divertida Diablo Guardián. Después le salió lo publicista y se dedicó a publicar (bis) todas sus obras que estaban perdidas en la inmensidad del cyberespacio. Cada una de estas obras empezó a sufrir del Marketing alrededor de Xavier, sin notar que el verdadero éxito de este publi-musi-escritor era haber conseguido escribir una novela como Diablo Guardián.

Diablo Guardían fue un éxito de Marketing Editorial, Xavier Velasco fue un fracaso.
Sin embargo creo que Caza de Letras es un paso en la dirección correcta, es un terrible error de novato, en el universo literario de los dinosaurios torpes.

8/11/08

Objeto y objetivos

Cada equis tiempo, aparece uno de esos libros que hablan sobre libros, cómo hacer mejores libros, para tener más libros, siempre libros.

Es claro que el libro, antes que un bien cultural, transporte de ideas, producto malsano o porquería editorial, es un objeto. De hecho es probablemente lo único que sea. La inmensa mayoría de los problemas del libro comienzan cuándo alguien olvida que estamos hablando de un objeto y se propone convertir en otra cosa la cosa y convencermos de que eso es lo correcto. Nadie le ha hecho más daño al libro que los que intentan defenderlo como algo más que un objeto.

En el universo de lo general, el libro necesita tener tres cosas. Muchos dirán que las grandes obras de la humanidad están en los libros y que ese debería de ser el patrón de medida. Yo diría que las grandes obras de la humanidad están en libros porque no había otra cosa, pero si Cervantes se hubiera apañado un blog les juro que tendríamos un Quijote con tres mil páginas más, show interactivo y hasta alucinógeno recomendado. Así que dejemos al Quijote en paz, que ese es obra y no libro y puto el que no le guste.

Estoy de acuerdo en que el editor independiente y la librería tradicional deben mutar y transformarse en otra cosa, deben transformarse en editores y libreros y dejarse el trabajito de forjadores de destinos y almácenes de la cultura porque de verdad que no hay derecho.

Voy creyendo que en este país la gente no lee por una importante razón, no soportan a la gente que está en las librerías y no hay forma de decirles que están equivocados, las grandes librerías de este país huelen a pedantería. A excepción de Sanborns que huele a alcohol sólido quemado y aromatizante para baños.


Próximo Lunes: Marketing o Mercado.