Enojarse. Volverlo a intentar.
Hace unos días se celebraron las elecciones más pertinentes en México. Me hubiera gustado señalar que las más importantes pero en realidad me cuesta mucho trabajo conciliar esa idea. Las elecciones en México nunca son importantes pero siempre son pertinentes. ¿Por qué nunca son importantes? Porque como bien señalan algunos irónicos, si votar fuera importante estaría prohibido. Lo que valdría la pena considerar es por qué seguimos votando o mejor aún, por qué deberíamos seguir votando en un sistema que ha demostrado una y otra vez que no hace nada para mejorar nuestra vida cotidiana y, vamos a ser sinceros, si votar no hace nada por nuestra vida cotidiana en realidad no hace nada en general.
El estado de México es Mordor. El estado de México nos merece una opinión porque está lo suficientemente cerca del centro de la vida en el país y al mismo tiempo es lo suficientemente grande para abarcar todas las opiniones que el país nos genera. Desde el valle de Gondor Satélite hasta los parajes desolados de Gorgoroth en Tecamac, el estado de México comprende un mapa socialmente detallado de todo lo que está bien y todo lo que está mal en nuestra nación. Por eso es que sus elecciones nos obligan a tomar una postura. No nos engañemos, las elecciones en Nayarit o en Coahuila sólo atañen a los que viven ahí y esa cantidad de personas, en el gran esquema de las cosas, no significa casi nada. Al mismo tiempo las elecciones en el estado de México sirven de termómetro para las elecciones presidenciales, no por nada estas elecciones se llevan a cabo un año antes de las generales.
La gente votó. La gente está enojada. La gente volverá a votar en un año y esta vez será diferente. Al menos estos son conceptos generales y bien publicitados en las últimas semanas. La idea generalizada de que los que votaron por el PRI son o pobres o idiotas o priístas o todas las anteriores, provocan desde hace tiempo la misma dinámica electoral en México. Casi como si sacar al PRI fuera el único problema relevante de nuestra democracia. Esto nos lleva al problema central de lo que ocurre actualmente en el mundo, la teoría de la Generación Espontánea. La teoría de la Generación espontánea fue un planteamiento químico biológico en el cual se consideraba que a partir de materia orgánica o inorgánica se podía generar un fenómeno previamente ausente. Es decir, donde hay mierda habrá moscas, donde hay madera habrá fuego, donde hay gente habrá democracia y así hasta el infinito.
El problema de esta teoría, además de ser debatida y equivocada, reside en que proviene de la falta de rigor científico en la observación de dichos fenómenos. Pongamos frente a nosotros el sistema electoral mexicano y repitamos hasta el cansancio que es un sistema roto. Es casi como si de un instante a otro un modelo democrático se hubiera convertido en nido de corrupción e ilegalidad. Cuándo uno lee las opiniones generales pareciera que donde existía un sistema de votos ahora existe un sistema de compra de votos, donde existía un sistema de conteo rápido de casillas ahora exista un sistema corrupto de estadística, donde antes existían boletas electorales ahora existen actas alteradas y resultados dudosos. El problema en esto es considerar la parte espontánea que se percibe en el enojo de la gente, principalmente porque este principio mágico nos aleja del verdadero epicentro de la situación. El sistema no está roto, el sistema funciona perfectamente.
La democracia en México es partidocrática. ¿Qué quiere decir? Que desde el fin de la Revolución a principios de siglo hasta el día de hoy los mexicanos votamos por candidatos elegidos al interior de partidos políticos que viven del erario público. Esto quiere decir que si mañana los partidos deciden poner a un gato y a un perro en las boletas electorales nuestro próximo presidente será capaz de limpiarse los genitales con la lengua. En México el dinero público es el principal proveedor de bienestar social y económico. Licitaciones, becas, gasto, contratos, obra pública, sobornos, como usted quiera llamarlo, las arcas del país es nuestra verdadera banca de desarrollo. Cuando una economía es tan dependiente del estado la corrupción se convierte en la metodología del crecimiento. Esa metodología es el sistema y en México funciona de manera ideal. Si existiera un reconocimiento mundial a la corrupción México sería candidato a ganarlo cada año y de alguna manera lo perdería por corrupto.
Las empresas viven y mueren por contratos estatales, los ciudadanos pasan la vida y la muerte torciendo las reglas con dinero, las instituciones reparten y consumen recursos conforme los intereses de unos pocos particulares; entonces, ¿por qué nos genera sorpresa descubrir que nuestro sistema electoral está construido alrededor de estos mismos conceptos? Hoy en día la clase política mexicana es juez, jurado, acusado y verdugo. Ante un objetivo tan simple como es el voto giran intereses financieros, sociales y políticos de toda índole. A casi todos los partidos les interesa gobernar, pero una realidad es que les interesa mucho más seguir gozando de los privilegios que otorga el sistema. Desde el PRD en la última elección, pasando por el PVEM en todas las elecciones del siglo XXI hasta el diminuto PT y el PRI ante la adversidad, los partidos políticos mexicanos prefieren cobrar a gobernar. ¿Por qué? Porque si cobras tus posibilidades de gobernar existen y si no cobras tus posibilidades se reducen a 0.
El sistema político mexicano es una caja cerrada. Todo el que esté afuera de la caja no existe y su importancia se reduce a la de una vaca en engorda para tarde o temprano ser consumida. El problema es que el 95% de la población del país vive afuera de la caja y se enoja con la caja y le reclama a la caja, pero la caja es sorda por diseño. La caja es inalterable. Durante los últimos 20 años todos los miembros de la caja se han dedicado a diseñar, hasta alcanzar la perfección, un sistema donde no importa lo que ocurra siempre quedará la caja para vivir. El sistema perfecto tiene que considerar sus propias deficiencias como parte estructural del sistema. Toda la clase política sabe que existe la posibilidad de que el 95% un día se enoje lo suficiente como para quemar la caja con todo lo que tiene adentro. Por lo tanto diseñan un modelo en el que la caja responda y finja atender las necesidades de ese 95%. Si el rojo ya no es el color de moda propongamos el morado, siempre y cuando el rojo y el morado vivan y mueran dentro de la caja. Si la gente se niega a votar generemos un modelo en el que 1 voto sea suficiente para garantizar la supervivencia de la caja. Si la gente decide que lo que ocurre en la caja es una mierda recordémosle que no importa lo que hagan igual tienen que elegir algo que esté dentro de la caja.
El enojo, la frustración, las acusaciones, los procedimientos legales que conforman la vida política pre y post electoral en México no son variaciones al sistema, son mecanismos finamente diseñados para sostener el ecosistema de la caja. Si bien cada día descubrimos que la corrupción y el cinismo de la clase política no tiene límites, también descubrimos que las únicas fronteras para lo que están o no dispuestos a hacer está contenido en las reglas de la caja. Los resultados electorales son el principal reflejo de un sistema que funciona. Donde los ciudadanos ven votos y candidatos, los miembros de la clase política ven recursos y privilegios. El candidato del PRD en la elección del estado de México sabía, al menos 3 meses antes de la elección, que no ganaría. Esto no es magia negra o adivinación en su estado más puro, a pesar de que la caja sea un ecosistema cerrado, igual se somete a las leyes del universo en que se sostiene. No había ninguna forma en que el PRD ganaría la elección, al igual que el PAN, PVEM, PT y todas las demás siglas que conformaban la boleta electoral. La elección en el estado de México era una carrera de dos caballos. Pero como en todo hipódromo que se respete, también se paga a tercero, cuarto y hasta último lugar, todo depende de cuál sea tu apuesta.
El candidato del PRD no buscaba ser gobierno, buscaba fortalecerse mediante recursos y privilegios para la siguiente elección en el país. Si bien todos, menos el PRI, querían cambiar al partido en el gobierno ninguno estaba dispuesto a entregar sus recursos a otro partido. Declinar por el segundo era perder mucho más que una elección en las reglas de la caja. Más del 60% de los electores en el estado de México determinaron que no querían que el PRI siguiera gobernando, lo manifestaron en las urnas, en las redes sociales, en las calles. El problema es que nadie entendía que en las reglas de la caja 60% no es suficiente para perder una elección. El PRI sabía esto, porque más de la mitad de las decisiones sobre la vida en la caja han sido escritas, propuestas y votadas por miembros o ex miembros de ese partido político. El ecosistema funciona, siempre y cuando vivas dentro de él.
En realidad el secreto en todo esto está en siempre sorprendernos por la existencia de la caja. La caja está diseñada para negar su existencia y manifestarse como fenómenos de generación espontánea porque funciona. Porque invariablemente la gente se niega a la idea de ser una vaca en engorda. ¿Por qué nos negamos a reconocerlo si es obvio y se nos ha demostrado hasta el cansancio? Porque todos queremos ser listos, buenos, inteligentes, socialmente responsables. Nadie quiere ser parte del problema porque tenemos la esperanza de ser la solución. ¿De dónde proviene esa idea? De la caja, obviamente. La caja nos repite todo el tiempo que entre nosotros hay un héroe y que un día ese héroe será parte de una boleta electoral. Lo que es más difícil de escuchar cuando lo dicen es que ese héroe será esclavizado, doblegado y educado por la caja hasta convertirse en uno más de ellos aunque por alguna razón tengamos la impresión de que es uno más de nosotros. Las vacas no viven dentro de la caja, eso es mucho más cierto que cualquier otra cosa que podamos pensar, pero al mismo tiempo la caja cada día necesita menos de las vacas. Al paso que vamos llegará un momento en que la caja requiera que voten 5 personas para hacerse legítima, aunque esa legitimidad no provenga de quienes la sustentan.
Enójese. Vote. Repita
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