14/5/10

¿Estrategia integral?




Leo durante estos días unas cuantas ideas sobre la repartición de los dineros públicos para el fomento cultural en nuestro país. Primero llega Rafael Lemus y dice lo que se tenía que decir hace mucho tiempo, el dinero es poco y está mal repartido. Después Heriberto Yépez le da patadas al pesebre donde duerme cómodamente. Y empieza la polémica otra vez. ¿Si el gobierno está obligado a fomentar la industria de la lectura y los lectores, cómo debe hacerlo? Hace años que el gobierno reparte el dinero entre los creadores. Tenemos becas para jóvenes creadores, para creadores maduros y para creadores por siempre. Después tenemos las becas para revistas culturales, ahora se dice que quizá incluyan las revistas electrónicas y que en lugar de darte el dinero te comprarán ejemplares. En otros casos tenemos el apoyo a coediciones y a editoriales. Sin embargo, nada parece funcionar. Los escritores no escriben más, las revistas no se leen más y las editoriales, excepto aquellas que tienen el mercado garantizado como el libro escolar, no venden más.

Producir productos para un mercado estéril (es decir un mercado que no crece, sólo se sostiene) a la larga disminuye las posibilidades económicas del productor. Asumimos esto en casi todos los productos de supermercado. Pero nos negamos a verlo en el mercado editorial. Las industrias editoriales sanas viven de un mercado que crece y decrece en relación a los productos y estrategias que se le presentan al consumidor. Y quizá aquí viene la pregunta principal, si necesitamos una estrategia integral, ¿ésta tiene que partir desde el aumento de la cuota de mercado o desde el apoyo al productor? El productor está ahí, las revistas, editoriales y escritores siguen naciendo todos los días, se disputan el pequeño nicho que tienen a su alcance y después se consolidan o mueren.

Hoy en día tenemos una superproducción de producto y por superproducción me refiero a que tenemos más producto del que podemos desplazar. Editoriales, revistas van a ferias y librerías y no venden la cantidad necesaria de su producto. Ese producto termina en bodegas, casas o librerías de viejo, para después ser sustituido por otro producto que recorrerá el mismo círculo. No hay mercado suficiente para la cantidad de producto que ya se produce. Si una editorial tiene 500 ejemplares de un título y el círculo de vida de esos 500 ejemplares es mayor al círculo de vida financiera de una editorial, la editorial opera en números rojos o muere. La preocupación más grande, hoy en día, es que los productores reciban más dinero para hacer más y mejores productos. Quizá estamos llamando a la oficina equivocada, quizá estamos pidiéndole al producto más de lo que puede hacer. El gobierno no debería tener la obligación de hacer crecer el mercado, pero para muchos es el mismo gobierno el culpable de la contracción de la industria editorial y, por lo tanto, deberían devolverla al estado en el que la encontraron. Por encontrar quizá habría que viajar 40 o 50 años en el pasado, pero aún así el argumento ahí está.

Ahora entonces, ¿necesitamos un crecimiento en la producción de productos culturales? Sencillamente creo que no, las mismas editoriales sostienen un catálogo estable, donde las novedades aparecen para sustituir a los títulos que ya no circulan de manera adecuada. Necesitamos poder desplazar los productos existentes en el mercado, tenemos que acelerar el ciclo de vida del producto para emparejarnos con las necesidades del productor del mismo. Si para hacer esto hay que considerar agregar a la ecuación expertos en mercadotécnia, publicidad o cualquier otra rama que reconozca en el libro un producto y no un acto de nobleza, quizá sea momento de empezar a considerarlo. Antes de empezar a repartir otra vez el dinero entre los creadores y productores que seguirán llenando sus bodegas, casas o librearías de viejo con un producto que nadie quiere o sabe comprar.

1 comentario:

aus dijo...

Creo que a todo lo que mencionas hay que agregar algunos aspectos:

1. No reconocemos a todos los lectores existentes, porque al parecer etiquetamos la literatura de clase a, b o c; así que dejamos nichos de mercado sin producto, porque no vamos a vender cientos de ejemplares. Pero ellos, también son negocio.

2. No hay un seguimiento detallado a quienes reciben las becas, así que eso no garantiza que los creadores sigan creando o los productores sigan produciendo.

3. Libros a precios económicos o de remate no hacen más lectores; eso se sabe desde que salió la primera colección de Letras Mexicanas; que es muy buena, pero se quedaron miles en bodega.

4. El gobierno no es responsable de que no haya nuevos lectores; responsables padres, maestros, escritores, editores, etc. es un trabajo conjunto.

5. Basta de pretextos: la televisión no nos impidió ser lectores, los videojuegos y la computadora tampoco.

En fin, tema para debatir largo, largo.