15/3/10

Aire Nuestro





Un control remoto, un aparato televisor que se extiende por todos los átomos de una habitación, de una atmósfera, de un sentido particular de comprender las cosas, eso es Aire Nuestro, aunque quiera engañarnos montándose en un libro escrito por el autor aragonés Manuel Vilas. Gracias a René y al buen Agustín tuve la oportunidad de leer un ejemplar de este libro (dejemos de lado, por un momento, si es o no una novela) y lo que en un principio (digamos el Prólogo) me provocó un sentido natural de desconfianza y una sensación de artificio, se fue convirtiendo lentamente en una experiencia única, al menos única en los últimos diez años y eso cuenta como toda una vida.

Manuel Vilas es un autor After Pop (porque lo de Nocilla ya no se dice), pero al mismo tiempo es un autor arlequín, es un ilusionista hábil, inteligente, mordaz en muchos sentidos; lejos de promover la necesidad de comprender la historia española (tanto como un mexicano la pueda comprender) para poder adentrarse en los guiños y las multiplicidades a las que acude Manuel para exorcizar sus propios fantasmas al respecto, o de tener que explicarle a la gente que Elvis y la CIA siempre estuvieron vinculados más allá de lo que la metafísica o la Ouija pudieran ofrecer, hablar de Aire Nuestro es hablar de eso, de una sustancia transparente, incolora e inodora que bien podría ser absolutamente necesaria para la vida, o bien podría no serlo, si seguimos la manera en la que Vilas trata constantemente el libro (juro que aquí estuve a punto de poner novela).

Vilas, acopia algunas ideas expuestas por sus amigos, compañeros, congéneres o coterraneos, con anterioridad, toma los elementos que el aire trae consigo, en forma de ondas electromagnéticas e imágenes, y las convierte en elementos de una serie de canales que presentan, en forma anárquica sin duda, un golpeteo constante a la psique del lector. Aire Nuestro aspira de forma agresiva a convertirse en un referente moral (y por moral entiendo el Pop no otra cosa) de una generación que, presente en todo momento, decidió observar más allá de interactuar, dándose cuenta, por lógica cuántica, que el observador es el participante más activo de todo suceso, sucedido o por acaecer. Manuel Vilas toma sus personajes y como piezas de Wargame los extiende por encima de una capa tenue de lo que se supone sería una realidad televisiva, si es que tal cosa no existe.

A mi, particularmente, me convenció de leer Aire Nuestro Johnny (Cash por supuesto) que se monta en el Dodge de Manuel (Mariscal por supuesto) y se dispone a comprender una España tan distante y tan aletargada que se convierte en el set televisivo por excelencia. Aquí Manuel (Vilas) se atreve a llevar al Johnny de su imaginación al tope de un surrealismo que al convertirse en un programa de televisión derroga toda comprensión de lo surreal que teníamos (que te den Breton, por ejemplo) y lo convierte en una sustancia incolora e inodora que se aproxima al lector como una sugerencia. Lo particular de esta circunstancia no es la futilidad con la que uno se hace de elementos cotidianos o pasados y los licua hasta hacer una malteada Pop, aquí es el Pop que se hace Aire, un Aire Nuestro, por medio de la inteligencia de quien lo cuenta, de quien lo construye, Manuel Vilas corrobora que el asunto no está en el hilo negro, está en las bragas negras que fueron tejidas con cuidado y con un poco de pendantería.

Aire Nuestro no es una novela latinoamericana, y quizá si Alfaguara no se decide, jamás será una novela leída en latinaomerica. Digo esto con un sentido de pesar, de añoranza, de espera que se ve frustrada por algo que no es más que historia que se repite. Hace años en España no se podían leer novelas editadas en México y parece que ahora es a la inversa. ¿Curioso no? Aquí resulta algo anecdótico, pero estoy seguro que en algún punto podría ser un comercial de Aire Nuestro que se transmite por todas las moléculas del cielo, 24 horas, 365 días (366 cuándo es necesario) y hasta donde el tiempo se convierte a si mismo en la forma de decir las cosas. Un brindis al Purgatorio, donde seguramente Manuel (Vilas, Mariscal u otros) se montan un trío donde todos se besan y se acarician.

3 comentarios:

Dr.J dijo...

La mezcla habitual, que si Murakami, Sebald, Bolaño (los muertos ¿cobran derechos? pero si es un plagio (no legalmente,vale)de La guía del autoestopista galáctico...y Fernández Mallo, como físico podía ayudar con las paridas de quarks y neutrinos. Ojo, Vilas es de los pocos autores vivos ¿vivo? que soporto desde el 2000

Dr.J dijo...

La mezcla habitual, pincelada de Murakami, fotito de Sebald, salvajada de Bolaño¿cobran derechos los muertitos? y al fondo Borges y Nabokov sordomudos. Pero ¿no os habéis dado cuenta del plagio de La guía del autoestopista galáctico? (lo digo sin valor legal claro) y Fernández Mallo que es físico podía ayudar con las paridas de neutrinos y quarks. Ojo, Vilas es de los pocos autores vivos ¿vivo? que soporto Dr.J

Manuel Dávila Galindo Olivares dijo...

Ese asunto del plagio se menciona y se menciona y yo sigo sin encontrarlo, quizá las novelas se han vuelto menos dogmáticas que los lectores.