Ayer en el Kodak Center de Los Ángeles se llevó a cabo la entrega número 79 de los Oscares. Durante dicha entrega, tres películas ejecutadas por mexicanos contendían en diversas categorías. Podemos decir que El Laberinto del Fauno fue la ganadora con 3 estatuillas y que Babel fue la perdedora teniendo varias nominaciones y llevándose solo un galardón. Durante semanas se habló del “Oscar Mexicano”, encontrándose dos posturas diferentes al respecto. Por una parte algunos insistían que estas nominaciones eran un éxito para el cine nacional, y por el otro la gente decía que era una fuga de talento.
En el cine mexicano tenemos varios problemas, para muchos el principal es la falta de dinero para producir la cantidad de guiones que existen, para mi el problema es que nos dedicamos a hacer refritos de refritos que se parecen a otros refritos y de alguna extraña manera pretendemos que nadie se de cuenta. Por poner un ejemplo, si tomamos Amores Perros, nos seguimos por Ciudades Oscuras y terminamos en Fuera del Cielo, parece que vimos la misma película una y otra vez. Para muchos cinéfilos la propuesta del “nuevo” cine mexicano resulta variada y contundente, como espectador debo decir que a mi me parece aburrida y bastante repetitiva.
Fuera de algunos ejemplos, el cine mexicano busca repetir fórmulas que han funcionado una y otra vez, la explotación de la oscuridad en la ciudad de México, la repetición constante de la pobreza extrema e injusta en la pantalla, la explotación del abuso y el dolor, las mismas vecindades con los mismos personajes que cuentan las mismas historias y siempre están a centímetros de una justicia arbitraria y violenta. Creo que por mencionar algunos ejemplos de cine mexicano que se aleja de esta fórmula, debo reconocer el trabajo realizado en Matando Cabos, Temporada de Patos, Y tu mamá también.
El cine mexicano es una irrealidad, cada año se presentan siete u ocho películas que tienen inconstancias en los guiones, escenas absurdas y golosas tomas que no sirven para representar más que el ego del director o el fotógrafo. Debo decir que Babel no es la excepción, la necedad de Arriaga/Iñarritu por ensañarse con historias divididas temporal y socialmente se ha vuelto una fórmula, que si bien funcionó en Amores Perros, se ha vuelto irrisoria y en algunos momentos predecible. Si analizamos las tres historias que se entrelazan en esta película podemos definirlas de la siguiente manera: el mexicano que cruza la frontera casi todos los días legalmente y de repente se le ocurre que es buena idea escaparse de la migra, el gringo de clase media alta que ve que a su esposa le dan un tiro en el hombro y le parece una mejor idea meterse en una ciudad árabe que aplicar un torniquete y buscar un médico en un poblado más grande y, por último, la repetición de la fórmula trillada de los japoneses rodeados de suicidio y disparidades generacionales. Sin duda es una película hecha para gustarle a Hollywood, tiene lágrimas, situaciones extremas y uno que otro detalle realmente meritorio. Pero no es, ni por mucho, una película merecedora al título de la mejor del año.
A diferencia de la anterior, Guillermo del Toro se involucra en un proyecto vasto y complejo para mezclar dos de las cosas más impactantes en este mundo: la fantasía y el horror. Guillermo se ha caracterizado por buscarse problemas y transformarlos en hermosas películas, ninguna de sus producciones presenta un guión fácil de filmar, fácil de pagar o bien fácil de distribuir. Se ha acercado a proyectos comerciales en Hollywood y les ha dejado su mano firme e indiscutible tanto en la trama como en la dirección de arte. El Laberinto del Fauno es una película increíble, plagada de momentos hermosos y con una trama capaz de tocar el corazón del más incrédulo. Toma fórmulas antes utilizadas y las reinventa para que sirvan a su visión cinematográfica, arrastra a sus actores hasta el centro de los personajes y después saca lo mejor de cada uno. Sin duda Guillermo del Toro es un ejemplo para cualquier cineasta mexicano que elige un guión fácil para evitarse las dificultades del presupuesto y la filmación.
Alfonso Cuarón es el justo medio de los dos anteriores, ha creado películas plagadas de dificultades y al mismo tiempo ha filmado películas cuya simpleza reditúa en belleza. Cuarón ha conformado un equipo de trabajo lleno de talento, hombre con una visión cinematográfica impecable, siempre intenta proponer algo nuevo, ya sea en el guión, en la interpretación o en la recreación de todo aquello que entiende como cine. Los hijos del Hombre es una película intensa, perfectamente filmada y con una historia digna de escucharse, o en este caso, verse. Aún cuando ha filmado películas como Harry Potter y el prisionero de Ázkaban o La Princesita, Cuarón demuestra una y otra vez que el cine comercial no está peleado con el cine intencional o independiente. Alfonso ha puesto el dedo sobre la llaga, todo director independiente puede filmar grandes películas comerciales sin dejar la identidad o el arte que siempre ha intentado proyectar. Alfonso nos ha dejado películas como Grandes Esperanzas o Y tu mamá también, que si bien podrían considerarse dos extremos del cine, en el centro de reúnen para hacernos voltear hacía los sentimientos humanos, en cualquiera de sus expresiones.
Sin duda estos tres son el futuro de la visión del Cine Mexicano, de la mano con Gael García o Diego Luna son los rostros más públicos con los que contamos. Podemos estar de acuerdo con que son talentos fugados o mexicanos agringados, pero no podemos dejar de notar que son cineastas y actores con un futuro y un presente muy interesante, y que cada uno desde su particular punto de vista está realizando producciones que se mencionan y se miran, que llenan salas de cine y que al espectador le dejan un sabor de boca, a diferencia de algunos bodrios que nos venden como en nuevo cine mexicano.
Los Oscares no llegaron a los mexicanos, al menos no en categorías que hubieran resultado impresionantes, pero esto no le quita su valor a cada una de estas películas, a cada uno de estos directores y quizá, a cada una de esas historias que valen la pena contarse, siempre y cuando se encuentre alguien que las pueda contar bien.