Yo no tuve muchos adultos favoritos cuando era niño. En realidad puedo contar a unos cuantos y algunos dejaron de ser mis favoritos conforme fui creciendo. Mi tía Delfina fue mi favorita toda la vida. Cuando era niño y era mi tía que daba los mejores regalos del mundo, cuando fui adolescente y me daba la certeza de que uno podía pensar lo que quisiera y ser feliz. En ella cabía toda la felicidad del mundo. Ahora soy un adulto y mi tía Delfina ha muerto, me lo dijeron en la comida frente a mis compañeros de trabajo y segundo a segundo la tristeza me iba invadiendo. Supongo que habrá algo de reciprocidad y sentiré tanta tristeza como sentí alegría cada vez que mi tía Delfina andaba por ahí, cerca de nosotros. ¿Saben? Era como un motor de risas, un grifo abierto de buena onda, una caja de chispitas de locura. Esta es la peor edad de todas, es la edad en que tus adultos favoritos se van a otra parte y te dejan con la sensación de que te toca relevarlos. Te toca a ti convertirte en el adulto favorito de alguien.
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