13/6/08

Liar Liar

Hace unos tres o cuatro años, el tiempo se me rebela cuándo intento recrearlo, yo tenía unos amigos. Buenos amigos, sin duda, listos, cabrones y con tendencias suicidas, no se puede pedir nada más. Estos amigos eran mentirosos, todos eramos mentirosos, pero al menos procurábamos ser buenos mentirosos y mentir por razones que entonces nos parecían trascendentales. En el fondo eramos pendejos y extraordinarios, lo que todo joven debe ser cuándo la vida aún es un cuchillito de palo picándonos la cola y no un puto tren a toda velocidad. El tiempo ha pasado, el tren también, y ahora me doy cuenta que mis amigos y yo seguimos siendo mentirosos, pero ya no somos ni pendejos ni extraordinarios, triste, pero cierto. El asunto es que esos amigos y yo dejamos de vernos, por razones ordinarias y vulgares que permitimos tomar el matiz de cosas importantes y trascendentales, por esa razón nos mentimos, nos seguimos mintiendo y probablemente aún en nuestra tumbas tendremos problemas para diferenciar la verdad, lo que realmente nos pasó. Pero el tiempo si ha pasado, de eso no queda duda, hoy observo las malas mentiras que nos damos en lugar de buenas razones, los ratos intrascendentes donde nos permitimos ocurrir y donde claramente aún hay vestigios de quiénes fuimos; pero quizá ya no sea suficiente, porque empezamos a mentirnos porque si, porque ya no hay otra forma de decirnos las cosas, porque hemos olvidado lo que realmente pasó y nos da demasiada pena preguntarnos. Aunque si nos preguntamos, seguramente empezaríamos otra vez a mentirnos en lugar de darnos cuenta que no son cosas importantes, no tan importantes como un café a las dos de la mañana solo para hablar de películas, libros y juegos, cosas que nos permiten habitar por un instante los cuerpos de esos que fuimos y que decidimos dejar de ser. Llevo diciendo demasiado tiempo que me gustaría que las cosas fueran como solían ser, miento, realmente no quiero que las cosas sean como son y ya.

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