Bob Dylan ganó el premio Nobel de literatura 2016. En términos reales sólo significa que otro año más Thomas Pynchon fue ignorado por la academia sueca para darle el premio a otro que lo merecía menos. La primera frase es un hecho. La segunda sólo es un deseo ardiente que vive en mi corazón. Sin embargo, estas semanas ideas de ambos tipos se mezclaron en redes sociales a velocidades supersónicas y alimentadas por una pasión que es por demás lejana a la idea de leer. La vasta mayoría de las personas que opinaron sobre el premio a Robert Allen Zimmerman / Shabtai Zisi ben Avraham (parece que últimamente te dan pokemonedas por llamar a Bob por sus apelativos nominales) leyeron más veces la Wikipedia (de donde saqué los apelativos nominales de Bob) para descubrir que su apellido era Zimmerman que cualquier libro de poesía en los últimos 20 años.
Defender a Dylan es idiota. Bob no necesita que nadie lo defienda o que abogue por su increíble aportación a las letras, se defiende sólo y viene haciéndolo muy bien desde hace 50 años. Bob Dylan es más famoso que Bob Esponja y eso quiere decir que no hay un Bob más famoso o más importante que él y para muchos ese es el problema. Le dieron el premio a la versión de Bob Esponja de la música “independiente”. El enojo de la gente del libro dice mucho más sobre la ausencia de lectores que sobre los viejitos blancos (creo que son blancos porque todo mundo lo repite en internet) de la academia. En realidad el Nobel es un premio imposible, al menos puedo imaginar un shortlist de 5 escritores que si ganaran el premio no podría quejarme. Los Pynchon, Roth, Oates, McCarthy, Piglia vienen a mi limitadísima capacidad para saber cuántos escritores trascendentes hay en el mundo vivos. Pero no puedo quejarme del Nobel a Dylan. Al menos no desde los hechos o los argumentos que la misma academia emitió para dárselo “for having created new poetic expressions within the great American song tradition”.
Si bien Bob Esponja y Bob Dylan son muy famosos, casi cualquier persona sabe que los dos existen, Esponja es mucho más conocido si entendemos conocido como identificado con mayor facilidad por sus rasgos particulares. Una foto de Bob Esponja es miles de veces más reconocible que una foto de Dylan, también porque Dylan tiene cierto parecido con casi cualquier cantante de los 60 que se hubiera metido un montón de drogas. Alguna vez vi en una revista de rock una foto de un joven Keith Richards confundido con un joven Bob Dylan. La gente que sabe quién es Bob Dylan probablemente no ha escuchado ni el 10% de la obra de Bob Dylan y si bien los que conocen a Bob Esponja tampoco han visto más del 10% de los episodios del personaje es muy claro que ese porcentaje es más que suficiente para entender a Bob Esponja pero no nos acerca ni siquiera un poco a conocer la obra de Dylan.
La discografía de Bob Dylan contiene más de 400 canciones compuestas por él. La inmensa mayoría son anónimas para una buena parte de la gente que se jacta de saber quién es Bob. Como si la suerte de escuchar Blowin’ the wind o Like a Rolling Stone pudieran concentrar todas sus intenciones sobre una muestra pequeñísima de quién Dylan es. Ningún escritor que ha recibido el Nobel ha sido incuestionable o unánime porque ningún escritor puede ser incuestionable o unánime, en muchos casos ni siquiera puede considerarse que existan escritores cuya obra conserve una regularidad en calidad porque así no funciona la creación artística. Pero hay algo innegable en la aportación de Dylan a la poesía de los últimos 50 años. Hay más escritores que empezaron a escribir genuinamente inspirados por Bob que inspirados por Svetlana Aleksiévich y aunque pudiera parecer que esto no debería ser importante en términos de la calidad y profundidad de una obra literaria sí lo es. Sin Homeros, Cervantes o Shakespeares para inspirar a las generaciones venideras sería imposible que la literatura hubiera sobrevivido tanto tiempo. Dylan es un poeta, un poeta que eligió acompañar de música sus propias creaciones y que tuvo la suerte o desgracia de hacerse famoso y millonario, porque todos sabemos que ser famoso y millonario no coincide con la concepción de literatura que Rimbaud y Baudelaire nos heredaron. Como si el ahora super estrella Bob Dylan no hubiera transitado la desgracia y las penurias que acompañan naturalmente la idea de escritor moderno.
También tenemos que aceptar que probablemente la academia sueca está dispuesta a premiar primero a Bob Esponja que atreverse a darle el Nobel a algún novelista norteamericano. Es más, es muy posible que veamos a Murakami hacerse del Nobel antes que a un novelista norteamericano. Prefiero ver a Bob Esponja ganarlo primero, si me preguntan a mi. Pero lo que verdaderamente me consterna sobre los golpes de pecho ante la medalla al señor Dylan es la clara ignorancia sobre lo que la composición poética requiere, significa o transmite, me agobia lo poco ciertos que somos ante la posibilidad de que la literatura lleve años bajo un proceso de transformación que por ser transformación no puede aún considerarse si es bueno o malo. Quiero creer que a Fo le encantaría sentirse en compañía de Bob porque seguramente la poesía de Dylan lo hizo estremecerse alguna vez sentado en la Cerdeña. Es posible que el premio Nobel del 2016 sea una tabla de salvación para la poesía, para la importancia que tiene encontrar formas de expresar sentimientos o ideas a través de abstracciones literarias que permitan una conexión sensorial, intelectual, emocional y estética con aquellos que se ven expuestos a ella. Es esperanzador que una academia de hombres blancos premien a un hombre que ha luchado contra la noción de hombres individuales desde que lanzó el primer disco con su propio seudónimo como título. Esta esperanza no proviene ni de lo revolucionario o paradigmático que resulta la comprensión de la literatura fuera de la única convicción de la palabra escrita, en mi percepción proviene de otro lugar, de un lugar que se reconoce a si mismo como una bifurcación de senderos, sobre una multiplicidad de expresiones que pueden asentarse en la legitimidad que proviene de ser reconocido por una autoridad autoimpuesta por tus pares. Bob Dylan no tiene interés alguno en el premio Nobel, seguramente está sentado en un autobús ahora pensando que este es otro año en que no se lo dan a Pynchon y quiero creer que también lo encabrona. Existe una posibilidad también de que no se presente a recibirlo porque para él la importancia del galardón no sea significativa. Pero eso no importa, en 10 o 20 años alguien encontrará la lista de los ganadores seguido de un link para ver un capítulo de Bob Esponja en Youtube y si tenemos suerte elegirá a Dylan y quizá… sólo quizá después sacará una computadora y se pondrá a escribir versos sobre hombres y viento y piedras, pero sólo si tenemos mucha suerte.
Por eso y porque jamás me comería una puta KangreBurger larga vida a Bob Dylan pero ojalá no tan larga.
Defender a Dylan es idiota. Bob no necesita que nadie lo defienda o que abogue por su increíble aportación a las letras, se defiende sólo y viene haciéndolo muy bien desde hace 50 años. Bob Dylan es más famoso que Bob Esponja y eso quiere decir que no hay un Bob más famoso o más importante que él y para muchos ese es el problema. Le dieron el premio a la versión de Bob Esponja de la música “independiente”. El enojo de la gente del libro dice mucho más sobre la ausencia de lectores que sobre los viejitos blancos (creo que son blancos porque todo mundo lo repite en internet) de la academia. En realidad el Nobel es un premio imposible, al menos puedo imaginar un shortlist de 5 escritores que si ganaran el premio no podría quejarme. Los Pynchon, Roth, Oates, McCarthy, Piglia vienen a mi limitadísima capacidad para saber cuántos escritores trascendentes hay en el mundo vivos. Pero no puedo quejarme del Nobel a Dylan. Al menos no desde los hechos o los argumentos que la misma academia emitió para dárselo “for having created new poetic expressions within the great American song tradition”.
Si bien Bob Esponja y Bob Dylan son muy famosos, casi cualquier persona sabe que los dos existen, Esponja es mucho más conocido si entendemos conocido como identificado con mayor facilidad por sus rasgos particulares. Una foto de Bob Esponja es miles de veces más reconocible que una foto de Dylan, también porque Dylan tiene cierto parecido con casi cualquier cantante de los 60 que se hubiera metido un montón de drogas. Alguna vez vi en una revista de rock una foto de un joven Keith Richards confundido con un joven Bob Dylan. La gente que sabe quién es Bob Dylan probablemente no ha escuchado ni el 10% de la obra de Bob Dylan y si bien los que conocen a Bob Esponja tampoco han visto más del 10% de los episodios del personaje es muy claro que ese porcentaje es más que suficiente para entender a Bob Esponja pero no nos acerca ni siquiera un poco a conocer la obra de Dylan.
La discografía de Bob Dylan contiene más de 400 canciones compuestas por él. La inmensa mayoría son anónimas para una buena parte de la gente que se jacta de saber quién es Bob. Como si la suerte de escuchar Blowin’ the wind o Like a Rolling Stone pudieran concentrar todas sus intenciones sobre una muestra pequeñísima de quién Dylan es. Ningún escritor que ha recibido el Nobel ha sido incuestionable o unánime porque ningún escritor puede ser incuestionable o unánime, en muchos casos ni siquiera puede considerarse que existan escritores cuya obra conserve una regularidad en calidad porque así no funciona la creación artística. Pero hay algo innegable en la aportación de Dylan a la poesía de los últimos 50 años. Hay más escritores que empezaron a escribir genuinamente inspirados por Bob que inspirados por Svetlana Aleksiévich y aunque pudiera parecer que esto no debería ser importante en términos de la calidad y profundidad de una obra literaria sí lo es. Sin Homeros, Cervantes o Shakespeares para inspirar a las generaciones venideras sería imposible que la literatura hubiera sobrevivido tanto tiempo. Dylan es un poeta, un poeta que eligió acompañar de música sus propias creaciones y que tuvo la suerte o desgracia de hacerse famoso y millonario, porque todos sabemos que ser famoso y millonario no coincide con la concepción de literatura que Rimbaud y Baudelaire nos heredaron. Como si el ahora super estrella Bob Dylan no hubiera transitado la desgracia y las penurias que acompañan naturalmente la idea de escritor moderno.
También tenemos que aceptar que probablemente la academia sueca está dispuesta a premiar primero a Bob Esponja que atreverse a darle el Nobel a algún novelista norteamericano. Es más, es muy posible que veamos a Murakami hacerse del Nobel antes que a un novelista norteamericano. Prefiero ver a Bob Esponja ganarlo primero, si me preguntan a mi. Pero lo que verdaderamente me consterna sobre los golpes de pecho ante la medalla al señor Dylan es la clara ignorancia sobre lo que la composición poética requiere, significa o transmite, me agobia lo poco ciertos que somos ante la posibilidad de que la literatura lleve años bajo un proceso de transformación que por ser transformación no puede aún considerarse si es bueno o malo. Quiero creer que a Fo le encantaría sentirse en compañía de Bob porque seguramente la poesía de Dylan lo hizo estremecerse alguna vez sentado en la Cerdeña. Es posible que el premio Nobel del 2016 sea una tabla de salvación para la poesía, para la importancia que tiene encontrar formas de expresar sentimientos o ideas a través de abstracciones literarias que permitan una conexión sensorial, intelectual, emocional y estética con aquellos que se ven expuestos a ella. Es esperanzador que una academia de hombres blancos premien a un hombre que ha luchado contra la noción de hombres individuales desde que lanzó el primer disco con su propio seudónimo como título. Esta esperanza no proviene ni de lo revolucionario o paradigmático que resulta la comprensión de la literatura fuera de la única convicción de la palabra escrita, en mi percepción proviene de otro lugar, de un lugar que se reconoce a si mismo como una bifurcación de senderos, sobre una multiplicidad de expresiones que pueden asentarse en la legitimidad que proviene de ser reconocido por una autoridad autoimpuesta por tus pares. Bob Dylan no tiene interés alguno en el premio Nobel, seguramente está sentado en un autobús ahora pensando que este es otro año en que no se lo dan a Pynchon y quiero creer que también lo encabrona. Existe una posibilidad también de que no se presente a recibirlo porque para él la importancia del galardón no sea significativa. Pero eso no importa, en 10 o 20 años alguien encontrará la lista de los ganadores seguido de un link para ver un capítulo de Bob Esponja en Youtube y si tenemos suerte elegirá a Dylan y quizá… sólo quizá después sacará una computadora y se pondrá a escribir versos sobre hombres y viento y piedras, pero sólo si tenemos mucha suerte.
Por eso y porque jamás me comería una puta KangreBurger larga vida a Bob Dylan pero ojalá no tan larga.