29/10/09

Bolaño Vs La Factoría de Ideas

En habla hispana tenemos que hablar de dos editoriales, de manera sustancial. La primera es Anagrama, la casa del poder catalana que de la mano de Jorge Herralde ha sumado a su catálogo una gran cantidad de escritores de renombre y algunos tantos, de vanguardia. Hace unos años que Anagrama es símbolo de calidad y reflexión, con sus novelistas y sus ensayistas siempre se proponen a si mismos como una de las últimas falanges de la literatura estricta y exquisita. Sin embargo, Anagrama también es el blanco de críticas y molestias por parte de la comunidad de escritores (que a fin de cuentas es también una comunidad de lectores) Inclusiones de autores para mejorar la posición geográfica de la editorial y algunos finalistas del premio Anagrama, han hecho que mucha gente mire hacía esta casa de libros y se pregunte si no están perdiendo la esencia que alguna vez los puso en un lugar privilegiado. Actualmente son algunos escritores los que hacen que la fama de Anagrama se perpetúe, Bolaños, Austers y, hasta hace poco, VilaMatas daban a esta casa catalana una carta de identidad bastante clara. Vila-Matas se fue, Bolaño está muerto y Auster, bueno, Auster es Auster. Parece que la posición de poder de Anagrama se desvanece ante un frente comercial y tecnológico que transforma la industria. Aunque muy dentro de mi, espero que Herralde & Cia sepan retomar el camino que alguna vez los tuvo en la cumbre.

La otra editorial de la que me gustaría hablar es Planeta. Planeta publica lo que sea, eso es un hecho científico. Tiene sellos para cubrir casi cualquier tipo de mercado y cuándo no tiene el sello, o este no aumenta los charts de venta, se lo compran. Planeta cubre el mercado de superación personal, libro de mesa de café, literatura, literatura serie b, biografías, chismes políticos y cuánto tema se nos pueda ocurrir. Esto lo hace gracias a un ambicioso plan de negocios y una cartera de agencias literarias y contactos de negocios que les permite ocupar, hoy en día, una posición muy cómoda en el top 20 del mundo editorial. Planeta presume su poder y ese poder le permite convertirse en la opción más interesante para el mercado de las traducciones del mundo sajón. Hace un tiempo, Planeta compró la Factoría de Ideas, una editorial española especializada en serie B que tenía contactos con las editoriales más importantes de fantasía de la unión americana. Ahora La Factoría de Ideas trae consigo un catálogo impresionante, una gran parte de los Best-Sellers norteamericano de serie B están apareciendo traducidos en este sello, Christopher Moore y Clive Barker entre otros. Esto aumenta el poder natural de una editorial, puesto que para una casa norteamericana o inglesa, donde las cantidades de dinero que se mueven son muy superiores al mercado hispano, es mucho más interesante una editorial que tiene un gran control del mercado que medianas editoriales que traducen a unos cuantos de los llamados autores de élite.

Planeta y Anagrama representan dos modelos de negocios distintos, dos formas de tratar con los libros y los lectores. Sin embargo, estas dos puntas de lanza serán las que definan la adecuación de hispanoamérica a las nuevas tecnologías y formas de leer, siendo la primera la que tiene una posición más cómoda y dejando a la segunda como la opción de la nostalgia y el apego al papel y la pasta.

15/10/09

Edición 0.1

Las ediciones independientes en México

Creo que el principal problema de la edición independiente en México es que las ganas de editar son mucho más grandes que el conocimiento sobre el oficio. Quizá por esta razón en México tenemos diseñadores, lectores y correctores que rápidamente toman el papel de editores y se enfrentan a distintos compromisos y complicaciones que, la mayoría de las veces, culminan en fracasos y frustraciones que se reflejan, visualmente, en las ediciones independientes.

Estas ediciones independientes sufren de diversos problemas, en principio carecen de un sentido estético de los elementos de una página. Prolongamos los elementos editoriales que observamos en ediciones profesionales, casi siempre, con resultados poco atractivos. Por mencionar algunos elementos, puedo pensar en los párrafos sangrados, los márgenes interiores y exteriores y el uso de cabezas como elemento editorial reiterativo. Sin embargo, el editor debe comprender que estos elementos visuales pertenecen únicamente al apartado de diseño gráfico y, que si bien este apartado da la imagen final a un libro, no es el elemento indispensable al momento de editar.

El editor, ante todo, es un impositor de criterios. Los criterios editoriales son responsabilidad única del editor y, por lo tanto, cualquier confusión al respecto debe achacarse al responsable y no a los miembros del equipo. Los correctores, lectores, diseñadores, formadores e ilustradores de los criterios editoriales para poder trabajar. En la edición independiente en México los criterios desaparecen ante la falta de oficio antes mencionada.

Cuándo un editor comprende la obra en su totalidad, puede comenzar a plantearse las necesidades y los elementos que utilizará durante la edición. La selección de un equipo competente en su área, y que conozca las limitaciones de su trabajo, resulta indispensable para que los criterios editoriales y, por ende, el trabajo editorial se sostenga durante el desarrollo de la publicación. Normalmente observamos en las revistas y ediciones independientes mexicanas, errores ortotipográficos de los que se culpa al corrector o al lector inmediatamente. Cuándo un lector no sabe desde que perspectiva se aproxima un corrector, su trabajo suele ser deficiente. La única culpa en este caso es del editor, por no informar de manera adecuada al lector sobre la perspectiva que se está utilizando durante el desarrollo del proyecto.

Así que yo diría que tenemos revistas y libros en manos de diseñadores, correctores y lectores, donde la figura del editor desaparece y se convierte en un mero admirador del trabajo de su equipo. Es en este momento donde los proyectos naufragan, convirtiéndose en pequeños frankensteins que agreden al público con la falta de experiencia de los profesionales que casi siempre resulta en el fracaso de una publicación frente a su único crítico posible: el lector.