26/9/07

La literatura y el mundo

Es difícil, sin duda, imaginarse el mundo sin la literatura. No importa que no hayas leído un solo libro en toda tu vida, aún así has sido infectado por la literatura. Sería difícil comenzar el mundo sin la idea misma que nos presentan los denominados libros sagrados. Imaginen, solo por un momento, la Biblia o el Corán como libros de fábulas. Imaginen en su construcción literaria un mérito que debe estudiarse alejándose de las intenciones religiosas o los resultados de las mismas. .El Génesis es, por si mismo, una extraordinaria muestra de la literatura, equiparable con las Mil y una Noches y otros libros cuya importancia se puede observar en casi cualquier expresión humana. La mitad de las películas están basadas en algún texto de origen literario, los griegos definieron casi toda posibilidad de expresar sentimientos. Muchos años antes de la aparición de los escritores con marketing, los griegos ya habían puesto nombre a la mayoría de las cosas que hoy se utilizan en el mundo contemporáneo.

Telenovelas, series de televisión, algunos programas de concursos, películas, música, teatro, publicidad; todas han sido tocadas e influenciadas por la literatura en mayor o menor medida. El mundo es una extracción literaria, la ficción y la realidad han comenzado a diluirse una en otra para los ojos del espectador; inimaginable este mundo sin la letra, sin la sensación de poder transportarse entre palabras a otro paraje distinto. Pero aún así rechazamos la literatura como una idea general, fuera de algunas lecturas obligatorias u otras sociales, nos alejamos de este posible viaje para enfrascarnos en imágenes construidas por alguien más. ¿Es realmente leer tan necesario? La única respuesta que se me ocurre es NO, y por esa razón hay que hacerlo. La lectura, tanto de obras maestras como de obras incidentales, se ha omitido durante los últimos cincuenta años. La televisión (sí, esa terrible culpable de todo (sic)) ha ocupado la labor de la emisión de imágenes y el sustento imaginativo, pero tiene un pequeño defecto, no hay tal sustento imaginativo, la televisión es un acto estéril, tan estéril que nos resultaría imposible imaginarnos al día de hoy, a un Gandalf que no fuera Ian Mckellen, o a un Sam Spade que no sea Humphrey Bogart o bien, a cualquier actor que retoma un personaje literario y lo convierte en esa imagen estéril. La literatura es una puerta distinta, pero no una puerta para sólo algunos elegidos.

A diferencia de lo que maestros, profesores, catedráticos, escritores, críticos, lambiscones y uno que otra sanguijuela literaria han querido proponer, la literatura es una puerta abierta para cualquiera que sienta la necesidad de transportarse a ese otro lugar posible, porque no es una determinación, no. La literatura no es definitoria, ni siquiera los más grandes escritores y sus múltiples descripciones pueden lograr que un personaje, una escena, una idea resulte estéril para el lector. Aún frente a la mejor explicación, siempre se requerirá la complicidad del lector para completar la idea. Ahí reside la importancia de la lectura y la literatura, el hombre necesita imaginar, necesita completar y construir y creer en la posibilidad infinita que presenta una simple idea. Quizá por esta razón, todos hemos intentado escribir en algún punto de nuestras vidas, hemos creído que había algo importante que decir o contar que ameritaba acariciar el sueño del saco de pana y los cigarrillos en París. Pero muy pronto abandonamos la idea “bohemia”, nos tomamos en serio la vida y pensamos en cuentas bancarias y tasas de interés.

Creo que es esencial retomar estas ideas que no ceden ante la esterilidad, increparnos en la posibilidad de crear o ser creados, construir, derruir y poner, ante todo, la infinita posibilidad de lo posible, antes que la terrible noción de la certeza.

12/9/07

No saber que decir

Ustedes no lo saben, pero cada quince días me siento frente a esta laptop e intento escribir una columna interesante y luminosa para ustedes, mis siete lectores y medio. Llego tras una semana de trabajo y me pongo a pensar ¿de qué diablos voy a hacer mi columna? y puede que muchos tengan cientos de ideas, pero llega un punto en que yo no tengo ninguna y me paso horas mirando la hoja blanca de Word. Y así estoy ahora, pensando en si debo hablar sobre la creatividad, sobre la ética, sobre la estética, sobre mi amigo periodista que se la pasa hablando de lo mismo, o bien, tomar un curso distinto y hablarles sobre cualquier otra cosa que no tenga nada que ver pero que pueda utilizarse para hablar de todo. Pero eso no tiene ningún sentido, tampoco tiene ninguna justicia para con ustedes o para con el Supuesto, sin embargo me parece importante hablar de esta saturación de posibilidades, de este montón de ideas que se acumulan en la cabeza de cualquiera durante semanas y que nublan toda posibilidad de hablar de algo, en concreto, de algo.

Todos los días ocurre algo distinto en esta ciudad, si uno se acostumbra a mirar con suficiente atención, puede encontrar una historia que vale la pena contar en casi cualquier lugar, pero para mi resulta difícil hacer algo con tanta información, supongo que veo demasiada tele, leo demasiados periódicos y juego mucho con la maquinita infernal que Tío Billy nos ha regalado a los mortales. Pero hoy no sé que decir y, sin embargo, me parece importante ese hecho único, terrible que resulta tener la oportunidad de decir o hacer algo y no saber qué hacer. ¿Si usted fuera presidente que haría? En mi caso renunciaría inmediatamente al puesto por un franco temor a ser más estúpido de lo que toda mi vida he pensado que soy, después buscaría a alguien mucho menos idealista que yo y le ofrecería el trabajo, le diría: Oiga usted, si usted el que no piensa en nada, ¿no quiere ser presidente? Porque para tener ese trabajo hay que tener mucho disco duro libre y yo tengo demasiados panfletos y utopías adentro.

Hoy no sé que decirles que les parezca importante y podrán decir que esta columna es un gran fiasco, que los engañé contándoles pequeñas tonterías que solamente buscan juntar el número de caracteres necesarios para llenar el espacio que me toca quincenalmente y que mejor debería renunciar, pero yo quiero que piensen en todo lo que realmente no tenemos tiempo de pensar. ¿Vale la pena seguir viviendo con esta prisa? ¿con este montón de información que logra desinformarnos? ¿vale la pena vivir a 2 mb de velocidad y traer solamente lo necesario en un USB? No lo sé, igual me estoy poniendo demasiado melancotecnológicomaniáticousureromentiroso, pero algo dentro de mi rebota todo el tiempo, supongo que es la necesidad de decir algo realmente importante, aunque nadie lo lea.

Pero para ti que me lees, si tú, uno de esos siete y medio que abrirá el Supuesto y buscará Último Round donde quiera que el dios de la colocación editorial lo ponga, para ti ¿que es importante?, ¿que tienes que decir? Y quizá mejor aún, ¿realmente tienes algo importante que decir? Porque si no es así creo que es prioritario que salgas a buscarlo, por todas partes, debajo de las faldas, adentro de los pantalones, por encima de las cabezas, enrollados en los aretes, en tu suplemento alimenticio, en tus aspirinas, en la coca cola, donde sea, pero es urgente que encuentres algo importante que decir. Porque puede que un día te encuentres como yo, frente a la oportunidad de ser leído y no tengas nada que decir y te pongas a dar vueltas porque siempre fuiste bueno para el rollo y nada más. ¿No sería triste?