Murió Salvador Elizondo y uno se pone a pensar en las cosas que hemos ido perdiendo con el tiempo. La cultura en esta país no es una mierda, simplemente no huele lo suficiente para merecer el adjetivo fecal. Los talleristas deciden cancelar talleres por falta de quorúm, otros aceptan 85 participantes y aquello parece una feria, unos más simplemente se dedican a enseñarte a escribir como ellos. El Power House poblano sigue moviendo los hilos que les parecen convenientes, otros escritores simplemente avientan a las editoriales cualquier cosa con tal de no perder la inercia de publicar (conocidísimo culo a perder su lugar en la linea). Las universidades se convirtieron en catedrales egolátras y dejan de impartir conocimiento. Y sin embargo hay gente que todavía tiene fe. ¿Admirable no?
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