29/4/09

El bueno, el malo y el feo.

El lector es un animal ingrato. Pero como consumidor, es el único que tiene derecho a ser un animal ingrato. El consumidor lector compra un libro y espera que lo divierta, lo entretenga, lo haga feliz, cuándo menos, un rato. Por ahí nos vamos sobre Dostoyevsky y decimos que Crimen y Cástigo o Los hermanos Karamazov no divierten o entretienen, ni siquiera, un ratito. Pero entonces del otro lado del mundo o del tiempo aparece un lector consumidor que dice que estamos operados del cerebro y que Crimen y Cástigo es la panacea del entretenimiento y que por ende, estamos equivocados. Seguramente alguien de otro lugar podrá decir que prefiere que le rebanen el escroto con una navaja de afeitar que leer dos páginas de Los hermanos Karamazov. ¿Dónde está entonces la verdad? La verdad es que no hay verdad, sólo opiniones del consumidor. Es cómo tratar de discutir si la Heinz, Clemente Jaques o la Costeña son la mejor catsup que existe en el mercado. A final de cuentas uno va y compra la catsup que le gusta y se siente féliz con eso. El lector consumidor es el único jurado válido para un libro, es la relación más poderosa e importante de la industria editorial. Tratar de convencer a alguien de que el libro que le gusta es malo, no sólo es tonto, también es una muestra de pedantería. Por otro lado, uno tiene la obligación de recomendar un libro que le gusta, sin importar si lo considera canónico, comercial o raro. El único argumento para recomendar un libro es lo mucho que lo disfrutamos. Podemos catalogar los libros como buenos, malos o feos, para el lector consumidor éstas son las únicas etiquetas que importan. La crítica se hizo para los escritores, para los teóricos, para los editores. El lector consumidor siempre guardará para sí aquellos libros que pueda catalogar como buenos, malos o feos.

Hoy leí un libro malo y me gustó mucho.

1 comentario:

Emiliano Gaytan dijo...

Congruencia, dijo aquel. No le de pena recomendar ese libro malo, quien sabe y hasta nos guste.