Ustedes no lo saben, pero cada quince días me siento frente a esta laptop e intento escribir una columna interesante y luminosa para ustedes, mis siete lectores y medio. Llego tras una semana de trabajo y me pongo a pensar ¿de qué diablos voy a hacer mi columna? y puede que muchos tengan cientos de ideas, pero llega un punto en que yo no tengo ninguna y me paso horas mirando la hoja blanca de Word. Y así estoy ahora, pensando en si debo hablar sobre la creatividad, sobre la ética, sobre la estética, sobre mi amigo periodista que se la pasa hablando de lo mismo, o bien, tomar un curso distinto y hablarles sobre cualquier otra cosa que no tenga nada que ver pero que pueda utilizarse para hablar de todo. Pero eso no tiene ningún sentido, tampoco tiene ninguna justicia para con ustedes o para con el Supuesto, sin embargo me parece importante hablar de esta saturación de posibilidades, de este montón de ideas que se acumulan en la cabeza de cualquiera durante semanas y que nublan toda posibilidad de hablar de algo, en concreto, de algo.
Todos los días ocurre algo distinto en esta ciudad, si uno se acostumbra a mirar con suficiente atención, puede encontrar una historia que vale la pena contar en casi cualquier lugar, pero para mi resulta difícil hacer algo con tanta información, supongo que veo demasiada tele, leo demasiados periódicos y juego mucho con la maquinita infernal que Tío Billy nos ha regalado a los mortales. Pero hoy no sé que decir y, sin embargo, me parece importante ese hecho único, terrible que resulta tener la oportunidad de decir o hacer algo y no saber qué hacer. ¿Si usted fuera presidente que haría? En mi caso renunciaría inmediatamente al puesto por un franco temor a ser más estúpido de lo que toda mi vida he pensado que soy, después buscaría a alguien mucho menos idealista que yo y le ofrecería el trabajo, le diría: Oiga usted, si usted el que no piensa en nada, ¿no quiere ser presidente? Porque para tener ese trabajo hay que tener mucho disco duro libre y yo tengo demasiados panfletos y utopías adentro.
Hoy no sé que decirles que les parezca importante y podrán decir que esta columna es un gran fiasco, que los engañé contándoles pequeñas tonterías que solamente buscan juntar el número de caracteres necesarios para llenar el espacio que me toca quincenalmente y que mejor debería renunciar, pero yo quiero que piensen en todo lo que realmente no tenemos tiempo de pensar. ¿Vale la pena seguir viviendo con esta prisa? ¿con este montón de información que logra desinformarnos? ¿vale la pena vivir a 2 mb de velocidad y traer solamente lo necesario en un USB? No lo sé, igual me estoy poniendo demasiado melancotecnológicomaniáticousureromentiroso, pero algo dentro de mi rebota todo el tiempo, supongo que es la necesidad de decir algo realmente importante, aunque nadie lo lea.
Pero para ti que me lees, si tú, uno de esos siete y medio que abrirá el Supuesto y buscará Último Round donde quiera que el dios de la colocación editorial lo ponga, para ti ¿que es importante?, ¿que tienes que decir? Y quizá mejor aún, ¿realmente tienes algo importante que decir? Porque si no es así creo que es prioritario que salgas a buscarlo, por todas partes, debajo de las faldas, adentro de los pantalones, por encima de las cabezas, enrollados en los aretes, en tu suplemento alimenticio, en tus aspirinas, en la coca cola, donde sea, pero es urgente que encuentres algo importante que decir. Porque puede que un día te encuentres como yo, frente a la oportunidad de ser leído y no tengas nada que decir y te pongas a dar vueltas porque siempre fuiste bueno para el rollo y nada más. ¿No sería triste?
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