Por alguna razón, todavía no la comprendo muy bien, estoy suscrito a una lista de correo de escritores en internet. Hoy me llegó esta joyita, un pedazo de siglo XX que se introduce a codazos en el siglo XXI; una prueba más de por qué los editores de hoy dicen que no hay autores y los autores dicen que no hay editores y cada día hay menos libros. No conozco a este tipo, espero nunca conocerlo si les soy sincero, pero este pequeño pedazo de atrocidad tendría que ser enmarcado y puesto en la pared del "jamás pienses así" de cualquiera que tenga intenciones de seguir leyendo libros en 30 años.
MANIFIESTO PARA UNA NUEVA LITERATURA INDEPENDIENTE
Pablo Paniagua
Estoy convencido de que la literatura vive en un estado de permanente emergencia. La industria editorial, casi en su conjunto, dejó de apoyar a los autores noveles que enfrentan su trabajo con honestidad, para promover un tipo de producto pseudoliterario que rebaja la percepción general de lo que antes se entendía como literatura. Ahora, por ejemplo, David Trías, editor de Plaza & Janés (del grupo Random House Mondadori), proclama con descaro la conveniencia de la novela como producto consumible, mientras que el “mundillo literario” aplaude la concesión del Premio Cervantes a un escritor, como Juan Marsé, que plaga sus novelas con adverbios terminados en “mente” y cuya obra supone el estancamiento de un género que sigue los cánones del siglo XIX. Y es que la banalidad y la simulación de la Civilización Supermoderna lo empapa todo, hasta el punto de equiparar el éxito de ventas con la calidad. Hoy las historias de contenidos superficiales, bajo una deficiente forma y sin fondo, son las que reinan en el panorama literario, mientras asistimos a la derrota de la Gran Literatura.
Da la sensación de que una parte de los involucrados en el proceso editorial (escritores, agentes literarios, editores, críticos y periodistas) , están planeando y ejecutando la muerte de la literatura, su asesinato, mientras los lectores, alienados por la simulación, aplauden como si estuvieran viendo tal acto sentados frente a un televisor. Es la “cultura del entretenimiento” la que se superpone a la “cultura del pensamiento”, donde enanos mentales, como Francis Fukuyama, tan festejado por los medios de comunicación de masas, son los grandes pensadores de la Época Supermoderna.
Pero dicha civilización parece que naufraga, en la propia crisis generada por la ausencia de valores espirituales, cuando el Becerro de Oro que todos idolatran se desquebraja como el mismo modelo económico en el que se sustenta. Y aquí la historia bíblica toma la forma de la parábola para repetirse en los tiempos de hoy, con un dios supletorio que nos conduce hacia la distopía. Ésta es nuestra civilización fracasada, la Humanidad ante el callejón sin salida, donde el ídolo monetario refulge con el fuego de la avaricia y la especulación, y donde la literatura, como un apéndice corrupto, rebaja su esencia para ir a la búsqueda exclusiva del logro económico, y así mostrar su rostro más siniestro.
Ante lo arriba expuesto, hago de mi palabra un grito para promover una nueva “literatura independiente” que ha de enfrentar, criticar y señalar, los males de la Época Supermoderna y su banalidad, para así alejarse de la inercia que supone la muerte de la literatura. Como escritores tenemos que recuperar, con esfuerzo y dedicación, los espacios que nos están robando, encontrar nuevas estrategias para la supervivencia y no desistir en mostrar muestro trabajo al mundo. Para ello, hay que crear editoriales independientes (las nuevas tecnologías de impresión propician dicha vía, cuando negocios como “Lulu.com” o “Bubok.com” son salidas demasiado fáciles y, por tanto, bajo el influjo de la mediocridad) , autogestionar nuestra obra, formar colectivos y grupos que dejen de mirar hacia el fondo del callejón sin salida, y así hacer que nuestra voz permanezca y sea escuchada; es indispensable suscitar la ruptura, crear el espíritu crítico que nos distinga frente a los narradores de lo banal, y recuperar la palabra: porque el paso del tiempo siempre hace justicia a los que no la traicionaron.
Ahora que el negocio editorial se está transformando, gracias a las nuevas tecnologías de impresión, más la venta y promoción de contenidos literarios a través de Internet, podemos ir de manera resuelta al encuentro de los lectores. Es necesario, en consecuencia, establecer los procesos de divulgación y promoción que nos permitan evadir el anonimato, y presentarnos como una alternativa literaria independiente. Cualquier iniciativa es mejor que quedarse con los brazos cruzados, pues podemos vender nuestro trabajo, además de por Internet, en las calles, plazas, librerías, centros culturales, cafés y bares de nuestra ciudad (así como lo hacía, por ejemplo, Georges Bataille con sus ediciones caseras en la noche parisina). Es posible, les aseguro, vivir de la literatura sin rendirse a la superficialidad, sin tener que abandonar nuestros principios de honestidad literaria ni claudicar ante los equiparan el libro, como producto, a una hamburguesa de McDonalds´s o una lata de Coca-Cola.
Siempre es duro nadar a contracorriente, ser marcado y mirado con recelo por los traidores de la palabra, pero incluso así merece la pena continuar. Es el simple acto de esta rebeldía el que nos diferencia, el motor de la ilusión que pretenden pisotear, cuando el camino embrozado al que nos arrojaron se convierte en el estímulo para avanzar hacia el futuro.
Hoy, sin duda alguna, es la hora de luchar por este gran sueño.
Pablo Paniagua a 21 de mayo del 2009
Supongo que Pablo piensa que la Gran Literatura es algo nuevo o que el concepto de unirse bajo el ala de los colectivos y las autogestiones es la gran panacea que salvará a la (sic) Gran Literatura (sic jeje). La basta ignorancia de los conceptos es lo que sume a los libros en discusiones estériles y poco audaces. Hoy en día, donde todo se conecta por todas partes, estas ideas gregarias de solitud y aislamiento son de risa y preocupación. A veces me pregunto si los editores, los dueños de los equipos de futbol, los políticos y los CEO (por nombrar algunos) destruyeron las aspiraciones de escritores, futbolistas, ciudadanos y trabajadores. O fueron éstos que en su cobardía se refugiaron en si mismos y jamás pensaron afuera del círculo. ¿Usted qué opina?
7 comentarios:
ja, perdiste, que conste que intenté ir a despotricar a la página del autor del "manifiesto" en cuestión; pero no tiene habilitados los coments.
pensar que los libros impresos van a desaparecer es tan equivocado como pensar que los libros son artículos míticos sagrados, pero no un producto.
noticias para los que fanáticos de la diosa literatura; la literatura es un producto, los libros son un producto, los escritores, también lo son; hay buenos, hay malos, hay olvidables y hay clásicos.
no es cualquier producto, claro, no podemos ir por el mundo como si vendieramos papitas; pero, los editores no somos unos mercenarios... bueno, no siempre; los autores no son las víctimas... no siempre y si no se asume el trabajo en conjunto las cosas no resultan.
el mundo literarios (que no mundillo) siempre ha existido, así como los gremios que se desgarran las vestiduras porque no están ahí (apuesto 50 a 0 que si estuvieran del otro lado, serían los típicos pedantes que no aceptan nuevos miembros en sus grupúsculos).
en fin, hay alternativas para escribir y publicar, no todas las que se necesitan, pero las hay, en el fondo todos somos parte de una dinámica que puede ser mejor, pero nos negamos, porque el ego nos pide ser los que tenemos la razón.
Saludos:
Gracias por tu comentario en mi blog.
Respecto a la entrada en el tuyo, es verdad que vivimos en una época dorada del entretenimiento de masas, entretenimiento que carece de fondo y se clava en lo banal.
Sin embargo, siempre han existido contadores de historias al servicio del dinero, como dice la entrada "El paso del tiempo siempre hace justicia a quienes no la traicionan (a la Palabra)" y siempre han existido quienes más allá del enriquecimiento, quieren (queremos) dejar algo detrás de cada cuento o novela.
Ya es de cada quien poner su granito de arena.
LA DERROTA DE LA LITERATURA
Las novelas de caballerías regresaron con fuerza al panorama literario, cuando parecía que con el Quijote se iniciaba un camino definitivo. Alonso Quijano ha de salir de nuevo a los caminos, pero esta vez disfrazado de mono y con una pulga como escudero, cuando son otros los tiempos y otros los lugares por donde cabalga ahora sin rocín. Su musa, el motivo de su locura y su búsqueda, sigue siendo Dulcinea, la coartada para que el escritor se vaya directo a través de la literatura, a través del arte. Si Miguel de Cervantes arremetía contra todo un género narrativo en predominio, yo, el que está detrás del mono, hago lo mismo ahora con todos mis actos y afirmaciones. En realidad soy una mezcla Cervantes y Marcel Duchamp, un provocador en pos de la esencia artística, un chango que salta por la jungla cibernética con ese grito de Tarzán que suena como si fuera aullido de lobo, aullido como el de Allen Ginsberg pero anunciando, a otra generación, el final de los tiempos.
Hoy, que vivimos caminando directo hacia la distopía, casi ningún escritor es capaz de estar en su tiempo, de enfrentar esa distancia entre el presente y el futuro, para conformarse con asimilar y narrar exclusivamente lo banal; ahí está la verdadera derrota de la literatura. Y ya no son las actuales novelas de caballerías, de un historicismo suplantador para lograr mejores ventas, lo es todo, una narrativa vacía de contenidos que no viene diciendo, salvo excepciones, nada nuevo, que no sobrepasa ese costumbrismo galdosiano: la misma novela escribiéndose una y otra vez es la novela española del siglo XX. ¿Serán capaces los autores españoles de escribir algo distinto en este siglo? ¿Y qué harán los autores hispanoamericanos? “La novela, ahora más que nunca, ha de indagar en los problemas esenciales del hombre, en su tiempo y en lo que se avizora en el horizonte y más allá de él”.
El mono arremete contra los gigantes del mundo editorial, que son esos molinos de viento, mientras la literatura se ahoga en un pozo profundo. Nadie hace nada y todos se miran al ombligo, no hay una ruptura… porque la misma crisis de la Humanidad se ve reflejada en todas sus manifestaciones, cuando ni siquiera los que deberían alzar su grito, a través de la palabra, lo hacen.
El escritor, hoy, es menos que nada… un burgués complaciente, un derrotado, pues son muy pocos los que asumen el peso de una responsabilidad evadida por la mayoría.
(Este Quijote-mono, que ya no utiliza lanza, acaba de arrojar un cóctel molotov).
Para saber más, busquen al MONO CIBERNÉTICO en la web.
Quizá, con el comentario anterior, te quede claro qué es la Gran Literatura, que no es algo nuevo, por supuesto, sino lo que a lo largo del tiempo los buenos autores fueron construyendo y hoy, poco a poco, con tanto mercantilismo se está perdiendo en un mar de banalidad.
Me parece, mi estimado, que primero hay que aprender a leer para captar las ideas y no tergiversarlas por no entenderlas.
Lo que ustedes están comenzando a hacer es, precisamente, lo que propongo en el manifiesto: formaron su grupo (eso es un colectivo, aunque sea entre tres amigos con uns visión común) y abrieron una editorial independiente (eso es autogestión).
La literatura, es obvio, la salvan los buenos escritores.
Saludos cordiales.
Yo ya estoy vendiendo mis novelas impresas en papel, y te invito a visitar esta dirección: http://www.literaturaindie.mex.tl
Pablo, me da gusto que tengas claro tu concepto de gran literatura. A mi sigue sin parecerme un concepto o algo màs que un pequeño acto de autodefinición o defensa preventiva. Me preocupa que confundas una editorial con un colectivo, o bien, que definas como autogestión la edición independiente. Como editor y lector, tengo que decir que tu manifiesto me sigue pareciendo un acto anacrónico y como escritor pretendo alejarme de la gran literatura (y los inodoros de cervantes o duchamp) como si fueran la peste bubónica. Recibe un saludo cordial en respuesta al tuyo.
Hola, Manuel.
Disentir es algo normal, pues no todos vamos a tener la misma visión, y comprendo tus razones (cada cual tiene las suyas). Pienso que si montas una editorial con un par de amigos, es para publicar o cubrir un espacio que a otras editoriales no les interesa o desprecian, y ahí está la idea de mi manifiesto: animar a otros escritores a buscar una salida para su trabajo, en vez de quedarse de brazos cruzados (en Argentina y Chile ya son muchos los autores que así lo hacen). La idea es ir “directo del autor al lector” sin intermediarios, pues las nuevas tecnologías, tanto de impresión como de comunicación, propician dicha vía, y estoy seguro que dentro de algunos años serán muchos los escritores que así lo hagan. Yo sólo estoy iniciando ese camino…
Ahora, tal vez, comprendas mi punto de vista.
El método del manifiesto puede ser un tanto anacrónico (en su formato -es un recurso de las vanguardias-), pero no sus ideas, más cuando en él hago referencia a los males de la Época Supermoderna en la que estamos inmersos, además de que Internet es un escaparate estupendo para difundir documentos de este tipo.
¿Subvertir es la palabra?
Saludos
Entiendo tu punto de vista Pablo y me preocupa ver que es incompatible con tu manifiesto, si no es que es opuesto. Hablas de la gran era supermoderna como si fuera la causa del estado actual de la literatura (si es que la literatura sirve realmente de algo) y yo creo que la era supermoderna es ideal para el libro. A diferencia de tu visión de que ante la dilución hay que conformar gremios y cotos, yo creo que los gremios y cotos son los que nos han puesto aquí. Tanto escritor colectivo, tanto poeta tallerista, tanto editor de fotocopias han destruido el interior de la literatura hispanoamericana (si es que tal cosa existe). Miremos de nuevo a los sajones que mencionaste en el blog de Teoría del Caos, regresemos al ejemplo norteamericano y dejemos de una buena vez conceptos anacrónicos que son el mal que decimos combatir.
Saludos.
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