Todo empezó por acá: ¿Nocilla Dream es una farsa?, pero sin duda todo viene de por acá y de por allá, tres lugares tan distintos que están viajando a una velocidad increíble hacía la busqueda de un pobre y triste conejo. Los conejos, por antonomasia, son el sabor de la magia, el parapeto de las ilusiones. Los conejos son novelas que están por escribirse o se están escribiendo y qué alguien quiere o necesita decir que no son novelas porque al hacer el estofado o mixiote, saben a pollo. Posmodernismo es una palabra peligrosa, una palabra que se está transformando y se convierte en la bandera bajo la que se amparan cosas que nadie entiende.
En el primer sitio mencionado, el autor se dedica a hurgar entre las bibliografías, las notas de prensa y las páginas de Nocilla Dreams una razón para definir a un escritor que se convierte en un azote mediático, en una voz que se legitima a si misma y se enfrenta a las voces que dominaban el panorama literario de habla hispana.
Agustín Fernández Mello no puede ser un farsante por dos simples razones, la primera es que su novela (agregue aquí la etiqueta de su preferencia) existe y la segunda es que para ser un farsante hay que prometer algo que nadie pueda encontrar.
Nocilla Dream es una novela fragmentaria, pero es una novela al fin y al cabo. Podríamos analizar lentamente cada una de las entradas y definir donde comienza la ficción del autor y donde termina la obligación para con la cita textual. Si estuviéramos hablando de un artículo de revista estaría de acuerdo en someter al autor al rigor científico del método experimental. Pero estamos frente a una novela, una pieza de ficción que más allá del haberla escrito se escapa de las manos de su autor para convertirse en un objeto con vida y naturalezas propias.
Si bien puedo estar de acuerdo con que la crítica no está lista para libros como Nocilla Dreams, tampoco estoy de acuerdo con el afán de los hispanoamericanos para filtrar todo libro que pasa por sus manos en su concepto escolarizado de literatura. No todos los caminos conducen a Rayuela, quizá todos los caminos conduzan a Cervantes pero eso tampoco tiene nada que ver con esto aunque yo esté seguro que alguno se preguntó si Cervantes era una farsa por allá de 1605.
Los Nocillas del mundo están por ahí, con sus novelas y su pensamiento indiscutible, caminan por los bares y los lugares más pop de sus respectivas ciudades recopilando fragmentos que quizá, después, plasmen en hojas de papel o en entradas de blogs. No podemos atentar contra ese posmodernismo pragmático, contra esa idea y fuerza que no se sustenta en el Canon Occidental ni en Ortega y Gasset, sólo podemos entretenernos y recordar que el libro no nacio para hacer gente más culta, nacio para entretenernos y hacernos volar por mundos que de otra manera nos hubieran resultado inalcanzables.
Así que dejemos el término farsante para los científicos, los médicos, los abogados, porque en el rubro de la ficción, la farsa es la única puerta por donde todos podemos pasar y pasarnos un buen rato.
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