Cada equis tiempo, aparece uno de esos libros que hablan sobre libros, cómo hacer mejores libros, para tener más libros, siempre libros.
Es claro que el libro, antes que un bien cultural, transporte de ideas, producto malsano o porquería editorial, es un objeto. De hecho es probablemente lo único que sea. La inmensa mayoría de los problemas del libro comienzan cuándo alguien olvida que estamos hablando de un objeto y se propone convertir en otra cosa la cosa y convencermos de que eso es lo correcto. Nadie le ha hecho más daño al libro que los que intentan defenderlo como algo más que un objeto.
En el universo de lo general, el libro necesita tener tres cosas. Muchos dirán que las grandes obras de la humanidad están en los libros y que ese debería de ser el patrón de medida. Yo diría que las grandes obras de la humanidad están en libros porque no había otra cosa, pero si Cervantes se hubiera apañado un blog les juro que tendríamos un Quijote con tres mil páginas más, show interactivo y hasta alucinógeno recomendado. Así que dejemos al Quijote en paz, que ese es obra y no libro y puto el que no le guste.
Estoy de acuerdo en que el editor independiente y la librería tradicional deben mutar y transformarse en otra cosa, deben transformarse en editores y libreros y dejarse el trabajito de forjadores de destinos y almácenes de la cultura porque de verdad que no hay derecho.
Voy creyendo que en este país la gente no lee por una importante razón, no soportan a la gente que está en las librerías y no hay forma de decirles que están equivocados, las grandes librerías de este país huelen a pedantería. A excepción de Sanborns que huele a alcohol sólido quemado y aromatizante para baños.
Próximo Lunes: Marketing o Mercado.
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